del buitre concuerda perfectamente el hecho de que Leonardo permaneciera por lo menos 3
años y quizá 5 al lado de su madre, solitaria y abandonada, antes de pasar a la casa paterna.
Pero ya era tarde. En los 3 o 4 primeros a los de la vida quedan fijadas ciertas impresiones y
establecidas ciertas formas de reacción ante el mundo exterior que no pueden ser despojadas
ya de su importancia y sentido por ningún suceso ulterior.
La madre que amamanta a su hijo, o mejor dicho, de la que él mismo mamá, es convertida en
un buitre que introduce su cola en la boca del niño, a cola del buitre tenía que ser conforme a los
usos del lenguaje vulgar, una designación sustituta del pene.
Las teorías infantiles nos proporcionan la explicación buscada: cuando el niño dirige su
curiosidad a los enigmas de la vida sexual, queda dominado por un poderoso interés hacia sus
propios genitales. Encuentra tan valiosa e importante esta parte de su cuerpo, que no pueden
creer que otros no lo tengan, que carezcan de ella las personas que lo rodean. Tiene que
acogerse a la hipótesis de que todos, incluso mujeres, poseen un miembro igual al suyo. Sus
primeras observaciones directas a los genitales de la niñas, compañeritas de juegos,
hermanitas, resultan insuficientes para destruirlo. La carencia de este miembro es para él una
representación inquietante e insoportable. Bajo la amenaza de castración, transforma entonces
su concepción de los genitales femeninos. (Comienza a exteriorizarse en él, un intenso placer
visual como actividad erótica instintiva). Desea ver los genitales de otras personas, al principio
probablemente para compararlo con los suyos. La atracción erótica emanada de la persona de
la madre culmina pronto en el deseo de su genital, que el niño supone ser un pene. Pero con el
conocimiento posteriormente alcanzado de que la mujer no posee tal miembro, se trasforma
muchas veces este anhelo en su contrario, quedando sustituido por una repugnancia que en los
años de la pubertad puede constituirse en causa de impotencia psíquica misoginia y
homosexualidad duradera. La fijación al objeto antes intensamente anhelado, o sea al pene de
la mujer, deja huellas indelebles en la vida anímica infantil, en las que tal estadio de
investigación sexual a alcanzado tal intensidad: por ejemplo el Fetichismo: cuyo objeto (el pie,
los zapatos, etc.) no se considera sino como un símbolo sustituto del pene de la mujer adorado
en edad temprana, y echado de menos desde entonces.
La infantil hipótesis del pene materno es la fuente común a la que hubimos de referirnos y de la
que derivan tanto la constitución andrógina de las divinidades maternas, por ejemplo la Mut
egipcia, como la cola del buitre, en la fantasía de Leonardo: la cual puede ser interpretada en la
forma siguiente:
En aquella época infantil en la que mi tierna curiosidad se dirigía hacia mi madre y le atribuía
aún unos órganos genitales iguales a los míos… hallamos aquí un nuevo testimonio de la
temprana investigación sexual de Leonardo decisiva a nuestro juicio, para su vida ulterior.
Varias incógnitas: la primera la de sustituir el acto de mamar del seno, por el hecho de ser
amamantado, o sea de una situación activa por otra pasiva; y de indudable carácter
homosexual.
El niño reprime el amor a su madre sustituyéndola a ella, esto es, identificándose con ella y
tomando como modelo a su propia persona, a cuya semejanza escoge sus nuevos objetos
eróticos. De este modo se trasforma en homosexual, o mejor dicho, pasa al autoerotismo, dado
de que los niños objeto de su amor, no son sino personas sustitutas y reproducciones de su
propia persona infantil, a la que ama como a su madre le amó en sus primeros años. Decimos
entonces que se encuentran sus objetos eróticos por el camino del Narcisismo, refiriéndonos a
la leyenda griega de Narciso, aquel adolescente al que nada era tan amado como su propia
imagen, reflejada en el agua… el hombre convertido así en homosexual permanece fijado en lo
inconsciente a la imagen mnémica de su madre. La represión del amor a la madre le ha de
conservar de un modo perdurable en su inconsciente este mismo amor, al que permanecerá fiel