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Sobre el sueño (1901)
Nota introductoria:
Apenas tres o cuatro meses después de haber aparecido La interpretación de los sueños
(1900a), Freud ya pensaba en publicar una versión resumida del libro. Sin duda, Fliess le había
escrito sugiriéndoselo, porque en una carta del 4 de abril de 1900 (Freud, 1950a, Carta 132)
Freud rechazó la propuesta argumentando, entre otras cosas, que ya había «prometido a
Löwenfeld un ensayo del mismo tipo». También comentaba su renuencia a embarcarse en
semejante tarea cuando hacía tan poco que había terminado su extenso libro. Evidentemente
esta renuencia persistió, porque el 20 de mayo menciona que ni siquiera ha comenzado el
«folleto», y el 10 de julio anuncia que lo ha postergado hasta octubre. La última referencia que
aparece en la correspondencia con Fliess es del 14 de octubre de 1900, donde señala que está
escribiendo el ensayo «sin extraer de ello ningún auténtico placer», porque el material para la
Psicopatología dé la vida cotidiana (1901b), que sería su próxima obra, ocupa por entero su
mente. Digamos de paso que en este último libro se hace referencia a Sobre el sueño y a la duda
acerca de si la publicación de un resumen no interferiría la venta del libro mayor (cf. AE, 6,
págs. 157-8).
Como se verá, el único agregado de importancia hecho por Freud en las
reimpresiones posteriores del ensayo fue la sección sobre el simbolismo,
incorporada en la segunda edición.
James Strachey
I
En las épocas que nos es lícito llamar precientíficas, los hombres explicaban el sueño sin
sentirse perplejos. Cuando tras el despertar lo recordaban, lo tenían por un anuncio propicio
o nefasto de unos poderes superiores, demoníacos y divinos. Con el florecimiento de la manera
de pensar de las ciencias naturales, toda esta inspirada mitología se traspuso a psicología, y hoy,
entre las personas cultas, es sólo una ínfima minoría la que pone en duda que el sueño es la
genuina operación psíquica del soñante.
Desde la desestimación de la hipótesis mitológica, empero, el sueño se ha vuelto menesteroso
de explicación. Las condiciones de su génesis, su relación con la vida anímica de la vigilia, su
dependencia de estímulos que pugnan por llegar a la percepción durante el estado del dormir,
las muchas peculiaridades de su contenido chocantes para el pensamiento despierto, la
incongruencia entre sus imágenes-representación y los afectos anudados a ellas, y, por último,
el carácter fugitivo del sueño, la manera en que el pensamiento de vigilia lo arroja a un lado
como a algo ajeno, lo mutila o lo borra en el recuerdo: todos estos problemas, y otros más
todavía, piden desde hace muchos siglos soluciones que hasta hoy no pudieron darse
satisfactoriamente. Ahora bien, en el foco del interés está la pregunta por el significado del
sueño, que encierra en sí un doble sentido. Se pregunta, en primer lugar, por el significado
psíquico del soñar, por el estatuto del sueño respecto de otros procesos anímicos y por su
eventual función biológica, y, en segundo lugar, se querría saber si el sueño es interpretable, si
el contenido onírico singular tiene un «sentido» como solemos hallarlo en otras composiciones
psíquicas.
Tres tendencias se hacen notar en la apreciación del sueño. Una de ellas, que por así decir ha
conservado el eco de la vieja sobrestimación del sueño, encuentra su expresión en muchos
filósofos. Disciernen el fundamento de la vida onírica en un estado particular de la actividad del

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