técnicos”, para después quedarnos sólo con “las técnicas”, convirtiéndose
éstas en “técnicas de enfermería”? ¿Qué continuidad o transformación,
qué renovación denotan estas denominaciones sucesivas (teniendo en
cuenta la época en que aparecen) que, perpetuándose, tienden a cargarse
de connotaciones diferentes?
La profesión. Actualmente se considera profesión a un grupo de perso-
nas que han conseguido un título, un estatus, mediante una formación, con
el n de ejercer una actividad. Estas personas reconocen pertenecer a un
mismo conjunto, formar parte de un mismo grupo, pero, ¿qué relación las
une? ¿Es por lo que hacen? ¿O por una misma formación que se basa, en
general, en una misma ideología, con objeto de ejercer una actividad que
supuestamente tiene algunas características comunes, si no algún interés
común? En la enfermería parece que el grupo de pertenencia profesional
se crea mucho más que por la naturaleza de su actividad, por la formación,
la cual muestra en sí misma, desde su principio, una ideología común.
La enfermería siempre ha asegurado ser una profesión y ha negado
ser un o cio. No es una posición anodina. En efecto, tiene los cimien-
tos de una profesión mucho antes del movimiento de profesionalización.
Profesar signi ca creer y, a partir de aquí, enseñar lo que se cree.
Desde la alta Edad Media, con la ascensión del cristianismo al poder
del Estado, las profesiones se erigen en torno a la fe cristiana, instituyendo
grupos que regulan el orden social. “La sociedad humana está compuesta
por tres condiciones, según recuerda Yves de Chartres en sus epístolas:
los cónyuges, los continentes, los dirigentes de la Iglesia (...), cualquiera
que ante el tribunal del juez eterno no se encuentre entre una de estas pro-
fesiones será privado de la herencia eterna”, y Georges Duby que re ere
estas palabras, sigue así: “El hombre debe situarse en cualquier lugar, la
marginalidad no se admite.”
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Una profesión se funda inicialmente alrededor de una creencia, de una
ideología enfocada a regular el orden social y a determinar lo que se juzga
como bueno o malo para el mantenimiento de este orden. Estudios y
trabajos realizados actualmente
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con rman esta situación y demuestran
una continuidad hasta nuestros días: pertenecer a una profesión es ser parte
de una clase social que tiene un lugar determinado en una jerarquía de poderes
reguladores de la sociedad.
Los custodios de la regulación de este orden social eran inicialmente
los sacerdotes y los clérigos. A su alrededor y a partir de ellos se desa-
rrollaron otros cuerpos profesionales, siendo los dos principales el de los
médicos y los jueces. Uno y otro poseen un poder que se ejerce directa-
mente sobre la vida y la muerte, por esa razón, deciden lo que es bue-
no o malo. Alrededor de estas dos profesiones iniciales se crea todo un
xiv Prólogo