Módulo II Tema: Test Dramático de Juego
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consecuencia. En muchos casos, hubo, en el momento decisivo en la historia del derrumbe, un ítem
aparentemente inocente, tal como el arma en las manos renuentes de nuestro enfermo: un símbolo
del mal, que ponía en peligro los principios mediante los cuales el individuo había intentado
salvaguardar su integridad personal y su status social en este súbito pensamiento: tendría que estar
ahora en casa, pintando el techo o pagando aquella cuenta, o teniendo una entrevista con este jefe o
visitando a usa muchacha y el desesperante sentimiento de que todo eso nunca ocurriría. Esto, a su
vez, parecía estar intrínsecamente entrelazado con un aspecto de la vida norteamericana que será
considerado detalladamente más adelante, a saber el hecho de que mucho de nuestros jóvenes
mantienen su planes de vida y sus identidades en un niel tentativo, basándose en el principio
sugerido por el temprano curso de la historia norteamericana: un hombre debe tener, preservar y
defender la libertad del próximo paso y el derecho a elegir y a aprovechar las oportunidades. Sin
duda, también los norteamericanos terminan por establecerse y pueden mostrarse furiosamente
sedentarios. Pero establecerse con convicción presupone también la seguridad de que pueden
desplazarse si así lo desean, desplazarse geográfica y socialmente, o ambas cosas. Lo que importa
es la libre elección y la convicción de que nadie puede ―acorralarlos‖ o ―llevárselos por delante‖. Así,
los símbolos contrastantes adquieren máxima importancia, símbolos de posesión, de status, de
identidad, y símbolos de elección, de cambio y de desafío. Según la situación inmediata, estos
símbolos pueden volverse bueno o malos. En nuestro infante de marina, el arma de había convertido
en el símbolo de la decadencia de su familia y representaba todas las cosas desagradables y llenas
de rabia que él había elegido no hacer.
Así también aquí tres procesos contemporáneos, en lugar de servir de apoyo recíproco, parecen
haber agravado mutuamente sus peligros respectivos. 1) El grupo: esos hombres deseaban controlar
la situación como grupo, con una identidad definida entre las fuerzas armadas de este país. La
desconfianza en los líderes, en cambio, causó un pánico lleno de protesta. Nuestro hombre enfrentó
el pánico, que no podía de ningún modo ignorar, al asumir una actitud defensiva, tan frecuente en su
vida, a saber, que él era el líder sereno y tolerante de un grupo de niños. 2) El organismo del paciente
luchó por alcanzar la homeostasis bajo el impacto del pánico (subliminal) y los síntomas de una
infección aguda, pero se vio saboteado por la severa fiebre. Para enfrentar todo esto, nuestro hombre
llegó hasta el momento de crisis gracias a esa otra ―convicción‖ de que podía ―aguantar cualquier
cosa‖. 3) El yo del paciente: ya abrumado por el pánico del grupo y la fiebre en aumento, frente a
ninguno de los cuales estaba al principio dispuesto a ceder, su equilibrio se vio aún más perturbado
por la pérdida de un apoyo externo para un ideal interior: los mismo superiores en los que había
confiado le ordenaban (o así lo creyó) quebrar un voto simbólico en el que su autoestimulación estaba
precariamente basada. No cabe duda, pues, de que ese hecho abrió las compuestas de las urgencias
infantiles que él había mantenido tan rígidamente en estado latente. Pues debido a su rigidez, sólo
una parte de su personalidad había madurado realmente, mientras que la otra había encontrado
apoyo en los mismos factores que ahora se derrumbaban. Bajo tales condiciones, no pudo soportar la
inactividad bajo el bombardeo aéreo y algo en él claudicó con excesiva facilidad ante el ofrecimiento
de evacuarlo. Aquí la situación cambió y aparecieron nuevas complicaciones pues, una vez
evacuados, muchos hombres se sintieron inconscientemente obligados, por así decirlo, a seguir
sufriendo y padeciendo somáticamente, a fin de justificar la evacuación, para no hablar de la baja
posterior, que algunos hombres nunca habrían podio perdonarse de estar motivada por una ―mera
neurosis‖. Después de la Primera Guerra Mundial se atribuyó gran importancia a la neurosis de
compensación ─neurosis prolongada inconscientemente a fin de obtener una ayuda financiera
permanente. La experiencia de la Segunda Guerra Mundial ha proporcionado una mayor
comprensión de lo que podría denominarse neurosis de sobrecompensación, eso es, el deseo
inconsciente de seguir sufriendo a fin de sobrecompensar psicológicamente la flanqueza de hacer
abandonado a los otros, pues muchos de esos escapistas eran más leales de lo que ellos mismo
suponían. También nuestro escrupuloso infante de marina sentía a menudo que ―una bala le
atravesaba la cabeza‖, debido al tremendo dolor que experimentaba en cuanto se encontraba