ERNESTO ALFARO AVENDAÑO MATARIA: DERECHO CONSTITUCINAL
LIBRO: GEORGE H. SABINE, HISTORIA DE LA TEORIA POLÍTICA , MÉXICO, FCE, 2009
SECCCION DE OBRAS DE POLÍTICA Y DERECHO
HISTORIA DE LA TEORIA POLITICA
Traducción de
VICENTE HERRERO
[ESCRIBIR EL NOMBRE DE LA COMPAÑÍA]
[Escribir el título del
documento]
[Escribir el subtítulo del documento]
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición en Ingles, 1937
Tercera edición en Ingles, 1961
Primera edición en Español, 1945
Segunda edición en Español, 1963
Cuarta edición en Ingles, 1973
Tercera edición en Español,
….Corregida y aumentada 1994
Octava reimpresión, 2009
Sabine, George H.
Historia de la teoría política/ George H. Sabine; trad. de Vicente Herrero;
Rev. de Thomas Landon Thorson.3° ed.México:FCE,1994
679p;23 X 16 cm
A la memoria de
WALTER JAMES SHEPARD
iustum et tencem prospositi virum
nom civium ardor preva iubentium,
non volus instantis tyranny,
mente quatit silida
ADVERTENCIA DEL EDITOR A ESTA TERCERA EDICIÓN EN ESPAÑOL.
A partir de 1945, en que se público nuestra primera edición en español-traducida de la primera
edición en inglés-, George H. Sabine ha introducido en su obra cambios de gran importancia a
través de las dos ediciones posteriores en inglés, de 1950 y 1961 respectivamente.
En la edición de 1950 el autor reescribió y amplió su capítulo sobre Hegel, dando un giro al
rígido tema que se había impuesto y adentrándolo más incisivamente en las tendencias que han
revolucionado nuestro siglo; la última sección de este capítulo trata, por lo tanto, de la significación
del hegelianismo en la actualidad. El capítulo XXXI, dedicado en la primera edición al liberalismo, ha
sido dividido ahora en dos capítulos:‖El liberalismo: radicalismo filosófico‖ y ―El liberalismo
modernizado‖. El primero se extiende desde Francis Place, la filosofía liberal del derecho de
Bentham y el laissez-faire hasta James Mill, mientras que el segundo parte de John Stuart Mill, pasa
por Herber Spencer y Thomas Hill Green y termina con los fabianos, y una sección sobre el actual
significado del liberalismo, sección que volva reestructurar en la tercera edición ―con la esperanza
de aclarar su exposición sobre las premisas de la política liberal‖.
En la edición de 1961 hizo además algunos cambios en el capítulo sobre Locke con base en
el ensayo de Peter Laslett citado. En el prologo a esa edición, dice el autor: ‖Quizá habría sido mejor
escribirlo de nuevo para hacer un uso completo de la edición de los Essays on the Law of Nature
de Locke hecha por W. von Leyden,pero esto habría traído otros cambios fuera del plan de esta
rebición.‖
En cuanto a los cambios de los capítulos posteriores, a partir del de Marx, dice el autor que
esté ha sido completamente reescrito,‖en gran parte con el propósito de mejorar la presentación,
pero también para marcar mas claramente la transición de la plusvalía, en parte por parecernos
inadecuada a la controversia sobre la teoría marxista, pero principalmente porque los tecnicismos del
argumento ocupan un lugar poco importante en la teoría política del marxismo.
Igualmente, el autor redacto completamente de nuevo el capítulo sobre el comunismo: ―Varias
razones hubo para ello. Primera, la gran cantidad de publicaciones importantes sobre la materia en
los últimos diez años, por lo que parece posible ahora exponer una relación mejor de la historia del
leninismo que la que pudo escribir el autor en 1950. Segunda, la convicción de que el autor, en la
edición precedente [o sea, la segunda inglesa de 1950], dio demasiada importancia a las
contradicciones formales entre Lenin y Marx. El marxismo le parece a hora un tejido menos
compacto de lo que suponía entonces, de modo que lo que Lenin entresaco de Marx estaba de
hecho ahí, aun cuando fuera enteramente distinto de lo que Marx parecía a sus expositores de la
Europa occidental. En resumen había dos tradiciones marxistas: la que culminaba en los partidos
socialistas occidentales y la que lo hacía en el comunismo. Las dos tradiciones son congruentes
entre sí, pero ambas estaban en Marx. Tercera, el autor cree ahora que su relación del comunismo
se extendía demasiado en generalidades y que presentaba la teoría de Lenin, del partido, por
ejemplo, como si simplemente desplegara las implicaciones de su primera declaración de 1902.
Todavía cree que los principios estaban ahí y que han permanecido intocados. Sigue en pie el
hecho de cada aplicación de los principios fue una a modo de controversia entre hombres que
comprendían perfectamente bien esos principios. El autor piensa ahora que su
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10 ADVERTENCIA DEL EDITOR A ESTA TERCERA EDICIÓN EN ESPAÑOL
propia creenciala de que las teorías políticas se desarrollan como parte de la políticadebiera
haberlo salvado de tratar las teorías de Lenin en una forma tan rígidamente deductiva. Por
consiguiente, ha reescrito el capitulo siguiendo un orden cronológico más aproximado, para sugerir
la forma en que los principios de Lenin fueron reducidos, por la fuerza de las circunstancias, a algo
así como meros modos de proceder.‖
―Finalmente, el último capítulo---sobre el nacionalismo--- ha sido en gran parte redactado de
nuevo, principalmente con el propósito de acortarlo. En los últimos diez años el mundo se ha
alegrado---quizá en demasía--- de poder olvidar a Hitler. Parece poco importante ahora ponerse a
narrar por extenso las supuestas ´teorías´, muchas veces postizas y siempre histéricas. Tal cosa no
es así por qué el autor suponga que la política sea ahora inmune a la histeria, sino más bien porque
está seguro de que un nuevo ataque encontrara nuevas y distintas credulidades que explorar.‖
Aparte de estas revisiones de gran significación e importancia, George H. Sabine se ha
preocupado por revisar y poner al día todas las bibliografías, incluyendo en ellas obras publicadas
después de la guerramás fáciles de adquiriren los casos en que fue posible. Igualmente, se han
citado algunas nuevas publicaciones en las notas a pie de página a todo lo largo del texto.
PREFACIO A LA CUARTA EDICIÓN EN INLÉS
No es necesario decir que es de alguna manera inquietante presentar la revisión de un libro que no
sólo ha sido texto tradicional durante más de tres décadas, sino también un clásico ampliamente
reconocido en su campo. Interpreto mi deber como el de completar la gran obra del profesor
Sabine, continuarla, desarrollarla, más que alterar sustancialmente su intención o su intención su
contenido.
Quizá la mayor fuente de dificultad potencial que presenta la reapertura de la obra de otro
autor es la compatibilidad de la perspectiva actual. El profesor Sabine señala en el prefacio original
de 1937 que su visión era sustancialmente similar a la de David Huma, particularmente con
respecto a la crítica lógica de los fundamentos de las leyes naturales de Hume. Mi obra The logic of
Democracy (Holt, Rinehart and Wiston, Nueva York, 1962) presenta una óptica de la filosofía política
que en gran parte sigue la tradición de Hume. Por eso, me parece justo decir que comprendo y
considero la fuerza de la postura del pensador escocés, con su escepticismo y su empirismo.
Sin embargo, como Hume, y por supuesto al igual que Sabine, estoy convencido de la
importancia fundamental de la tradición cultural y de la historia intelectual en la política y el
entendimiento político. Mi libro Biopolitics (Holt, Rinehart and Wiston, Nueva York, 1962) crea las
condiciones para una teoría de la evolución de la cultura como extensión de la evolución biológica, la
cual, ya que se encuentra en gran parte dentro de la esencia de la perspectiva histórica mencionada,
causaría, creo yo, un poco de incomodidad tanto a Hume como a Sabine. Dado que se ha llevado a
cabo durante las últimas décadas en varios campos sobre el origen y la naturaleza del animal
humano ha hecho posible la comprensión del hombre y la naturaleza, contra lo cual, la lógica
animadversión de Hume no es en modo alguno tan devastadora.
A lo que deseo llegar es a que me inclino más que el profesor Sabine a favorecer la tradición
de las leyes naturales y la perspectiva evolucionista de Hegel y Marx, y esta inclinación ha
condicionado mi trabajo en este libro. Se ha agregado un nuevo capítulo, que procura integrar la
historia de la teoría política en el contexto tanto de la evolución del hombre como del pensamiento
pregriego, prefilosfico. Por ahora, he limitado lo que podría haber sido una extensa discusión sobre la
penetración del mundo no occidental por la teoría política de Occidente a la adición de China y Mao
Tse-tung dentro del capítulo relativo al comunismo. Varios juicios dispersos a través de la discusión
han sido simplificados, generalmente con la omisión de palabras o frases, especialmente en el
capítulo sobre Hegel, donde se han omitido varias páginas.
Para la tercera edición (1961) Sabine reescribió y redujo considerablemente su análisis sobre
el fascismoy nacionalismo. Dado que el interés en esta materia ha resurgido en varios sectores y por
varios motivos durante los últimos doce años, se ha restituido el análisis original. La bibliografía ha
sido actualizada en su totalidad y en sus diversas partes se han agregado nuevas notas a pie de
página o nuevas referencias en las notas ya existentes.
Finalmente, y quizá lo más importante, la edición ha sido completamente rediseñada y
reordenada de tal manera que, se espera, facilitara el acceso al gran aprendizaje y a la gran
sabiduría de George Sabine.
T.L.T.
La Porte, Inidana
Enero de 1973
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PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN EN INGLÉS
Esta historia de la teoría política se escribe sobre el supuesto de que las teorías de la política
constituyen una parte de la política misma. En otras palabras, no se refieren a una realidad externa,
sino que se producen como parte normal del medio social en el que la propia política tiene su ser.
La reflexión acerca de los fines de la acción política, de los medios de conseguirlos de las
posibilidades de las situaciones políticas y de las obligaciones impuestas por los propósitos
políticos, constituye un elemento intrínseco de todo el proceso político. Tal pensamiento evoluciona,
junto con las instituciones, los órganos del gobierno, las tensiones morales y físicas a las que se
refiere y a las que- al menos queremos creerlo así-, en cierto grado, controla.
Así concebida, la teoría de la política no alcanza un fin en mayor medida que la política
misma, y su historia no tiene capítulo final. Si existe una meta divina y remota hacia la que se mueve
la historia humana, el autor de este libro no tiene la pretensión de saber cuál sea. Tomada en
conjunto, es difícil poder decir que una teoría política sea verdadera. Contiene entre sus elementos
ciertos juicios empíricos o lculos de probabilidad que acaso el tiempo demuestre que son
objetivamente acertados o erróneos. Implica también ciertos problemas de compatibilidad lógica,
entre los elementos que trata de combinar. Pero incluye invariablemente valoraciones y
predilecciones, personales o colectivas, que estorban la percepción de los hechos, el cálculo de la
probabilidad y la apreciación de las compatibilidades. Lo más que puede hacer la critica es
mantener estos tres factores todo lo separados que sea posible: impedir que las preferencias
reclamen para sí la inevitabilidad de la lógica o la certidumbre de los hechos.
No cabe suponer que ninguna filosofía política del momento actual pueda separarse, en
mayor medida que las del pasado, de las relaciones en que se encuentra con los problemas, las
valoraciones, los hábitos o incluso los prejuicios de su época. Por lo menos un historiador ha de
evitar el egoísmo que hace que toda generación se crea heredada de todas las épocas. Por otra
parte, no puede hacer profesión de imparcialidad más allá de la confesión de preferencias
conscientes que debe esperarse de todo hombre honrado. En cualquier otro sentido la afirmación
de imparcialidad es superficial o hipócrita.
Un lector tiene derecho, si ello le interesa, a que el historiador confiese sus preferencias
filosóficas. Las del autor concuerdan, en términos generales, con los resultados de la crítica del
derecho natural hecho por Hume, que se exponen en la primera parte del capítulo XXIX. Hasta
donde se le alcanza, es imposible excogitar mediante una operación lógica la verdad de cualquier
alegación de hecho, y ni la lógica ni el hecho implican un valor. En consecuencia, creen que el
intento de fundir estas tres operaciones, ya sea en el idealismo hegeliano o en su variante marxista,
no se hace sino perpetuar una confusión intelectual inherente al sistema del derecho natural. La
sustitución de la creencia en que la razón presenta un conocimiento evidente por mismo, por la
que existe un orden de evolución o progreso histórico, reemplazó una idea imposible de comprobar
por otra más difícil de demostrar. En la medida en que exista cosa semejante a la ―necesidad‖
histórica, parece pertenecer al cálculo de probabilidades, y este cálculo, en su aplicación a la
práctica, es por lo general imposible y siempre muy incierto. Por lo que hace a los valores, el autor
estima que son siempre la reacción de la preferencia humana a algún estado de cosas sociales y
físicos; en concreto son
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14 PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN EN INGLES
demasiado complicados para que se les pueda describir incluso con una palabra, tan vaga como una
utilidad. Sin embargo, la idea de la causación económica fue probablemente la sugestión más
fecundada añadida a los estudios sociales en el siglo XIX.
Escribir toda la historia de la teoría política occidental desde el punto de vista de esta forma de
relativismo social, es probablemente una tarea de mayor envergadura de lo que debe intentar un
erudito cuidadoso. Implica un ámbito de conocimientos tan amplio, que el autor sabe-lamentándolo-
que no lo posee. Pero, por un lado, la teoría política ha sido siempre parte de la filosofía y de la
ciencia-una aplicación a la política del aparato intelectual y crítico relevante de que se ha dispuesto
en cada momento-. Y, por otra, es una reflexión sobre la moral, la economía, el gobierno, la religión y
el derecho-cualesquiera que puedan ser en la situación histórica e institucional que plantee la
necesidad de resolver un problema-. Es esencial al punto de vista aquí adoptado no dejar de tomar
en consideración ningún factor. El aparato intelectual sólo es importante, al menos para la teoría
política, en la medida en que se aplica realmente a algún estado de las cosas y las relaciones
institucionales solo lo son en la medida en que suscitan y controlan la reflexión. Idealmente, el
historiador debe concebir y presentar ambos con igual claridad; la teoría política en acción debe
recibir igual trato que la teoría política de los libros. Esta exigencia impuesta a la erudición del
historiador es de una pesadumbre imposible de sobrellevar.
Al tratar de la gran masa bibliográfica que constituye la fuente de una historia de la teoría
política, el autor ha tratado de evitar en lo posible la mera mención de hombres y libros que, por falta
de espacio, no podía describir adecuadamente, presentándolos en relación con su medio. En la
concepción aquí sostenida, el hecho de que haya existido un hombre o de que haya escrito un libro,
no constituye, por si solo, parte de la historia de la teoría política. En muchos casos ha sido
necesario decidirse a escoger un tipo que represente a un grupo considerable, omitiendo a otros
autores, que hubieran podido representar la misma posición. Después de hecha una selección, las
mayores dificultades surgen de la necesidad de mantener una proporción adecuada entre los
diversos temas tratados. Especialmente al aproximarse a la época actual, el problema de saber que
incluir y qué omitir y el decidir sobre la importancia relativa de los temas escogidos para la inclusión,
llega a ser casi insoluble en vista del espacio de que se dispone. Para ser más concreto: el autor
tiene graves dudas de si en los capítulos que siguen al dedicado a Hegel no ha omitido mucho que
debería haber incluido para mantener una proporción constante con la observada en los capítulos
anteriores. Si tuviese que excusarme en ello, su disculpa sería la de que un amigo, el profesor
Francois W. Coker, ha realizado recientemente esta tarea mucho mejor de lo que él hubiera podido
hacerlo.
El autor debe muchísimo al gran número de eruditos e investigadores que se han ocupado,
de modo más adecuado de lo que él ha podido hacer, de aspectos específicos o partes limitadas del
tema.
G.H.S
Ithaca, Nueva York
10 de abril de 1937
PRFACIO A LA TERCERA EDICIÓN EN INGLÉS
En esta edición, como en las precedentes, los cambios se encuentran predominantemente en los
últimos tres capítulos; la paginación permanece sin cambios hasta la página 740. Sin embargo,
nuevamente la bibliografía ha sido revisad en su totalidad y se han adido unas cuantas
publicaciones nuevas notas a píe de página. En el texto del capítulo referente a Locke se hicieron
varias modificaciones menores a fin de incluir parte de la obra de Peter Lastt. Quizá habría sido más
adecuado escribir nuevamente todo el capítulo con objeto de hacer uso completo de la obra de
Locke, Essays on the Law of Nature, en la edición de W. von Leyden, pero esto probablemente
habría dado lugar a cambios más allá del plan de esta revisión.
A partir de la página 740 la sección última del capítulo sobre el liberalismo modernizado se ha
reescrito en un intento por calificar la exposición de los postulados de la política liberal. El capitulo
acerca de Marx ha sido casi completamente modificado, en primer lugar con el propósito de mejorar
la presentación, y en segundo, para presentar explícitamente la transcripción al capítulo sobre el
comunismo. La exposición de la teoría de la plusvalía se ha omitido por parecer inapropiada para la
controversia respecto a la teoría, pero principalmente porque los tecnicismos de su argumento no
tienen un lugar preponderantemente en la teoría política del marxismo.
El capitulo referente a comunismo lo he escrito y diseñado por completo. Para esto tuve varias
razones. La primera es que ha sido enorme la cantidad de publicaciones significativas en la materia
durante los últimos diez años por lo que es posible efectuar una mejor evaluación de la historia del
leninismo de aquella que puede escribir en 1950. La segunda es que estaba convencido de que la
edición precedente había tratado en demasía las discrepancias formales entre Lenin y Marx. El
marxismo ahora me parece menos estrechamente constituido de lo que entonces suponía, de tal
manera que lo que Lenin extrajo de Marx existía en efecto, a pesar de ser extensamente diferente de
lo que Marx pareció ser para los expositores de la Europa occidental. En resumen, existieron dos
tradiciones marxistas: una que culmino en los partidos socialistas de Occidente y otra en el
comunismo. Tales tradiciones no fueron congruentes entre sí, pero ambas formaban parte de Marx.
En tercer lugar, considero ahora que mi evaluación del comunismo se constituyo demasiado en la
función de generalidades; por ejemplo, represento la teoría del partido de Lenin como si hubiera
simplemente desplegado las implicaciones de su primera afirmación en 1902. Continúe creyendo
que los principios existían y que a su vez han permanecido sin cambio. El hecho es que toda
aplicación de los principios constituyo un motivo de controversia entre los que comprendíamos esos
principios a la perfección. Ahora pienso que mi propia creencia de que las teorías políticas se
desarrollan como parte de la política, debió prevenirme de considerar las teorías de Lenin tan
rígidamente deductivas. De acuerdo con esto he reescrito el capitulo siguiendo un orden casi
cronológico, dando así a entender la forma en que los principios de Lenin fueron reducidos, bajo la
fuerza de las circunstancias, a algo como normas de procedimiento.
Finalmente, el último capítulo referente al nacionalismo ha sido escrito nuevamente en gran
proporción, principalmente con el fin de reducirlo. En los últimos diez años el mundo se ha mostrado
feliz-tal vez demasiado- de olvidar a Hitler. Parece no tener mucho sentido ahora repetir largamente
supuestas‖teorías‖ que fueron con frecuencia engañosas y siempre histéricas. Esto no se debe a que
crea que la política se haya tornado inmune a la histeria, sino más bien a que confió que un nuevo
ataque encontrara nuevas y diferentes creencias por explorar.

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