FREUD
PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO (1921)
El título del libro nos dice que su importancia apunta en dos distintas direcciones:
- explica la psicología de las masas sobre la base de los cambios que tienen lugar en
la psicología de la mente individual
- anatomía estructural de la psique, que había prefigurado en Más allá del principio de
placer
1)
Es verdad que la psicología individual se ciñe al ser humano singular y estudia los caminos
por los cuales busca alcanzar la satisfacción de sus emociones pulsionales. Pero sólo rara
vez, bajo determinadas condiciones excepcionales, puede prescindir de vínculos de este
individuo con otros.
En la vida anímica del individuo, el otro cuenta como modelo, como
objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo de la psicología
individual es simultáneamente psicología social.
Todos los vínculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el
psicoanálisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales. Así
entran en oposición con ciertos procesos, que hemos llamado narcisistas, en los cuales la
satisfacción pulsional se sustrae del influjo de otras personas o renuncia a estas.
Cuando se habla de
psicología social o de las masas se distingue como objeto de
indagación la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran número de
personas con quienes está ligado por algo,
al par que en muchos aspectos pueden serle
ajenas. Trata del individuo como miembro de un linaje, un pueblo, una casta, un estamento,
una institución o
como integrante de una multitud organizada en forma de masa durante
cierto lapso y para determinado fin.
Pareciera indicado considerar los fenómenos que se muestran bajo estas
particulares condiciones como exteriorizaciones de una pulsión especial, ya no reconducible
a otra:
la pulsión social.
La pulsión social no es originaria e iredducible y los comienzos de su formación
pueden hallarse en un círculo estechom como el de la familia.
2) Le Bon y su descripción del alma de las masas
(Le Bon: sociólogo: aportes sobre dinámica social y grupal)
Tarea de la psicología de las masas:
- ¿qué es entonces una masa?
- ¿Qué le presta la capacidad de influir tan decisivamente sobre la vida anímica del
individuo?
- ¿ En qué consiste la alteración anímica que impone al individuo?
1
Le Bon: el rasgo más notable de una masa psicológica: cualquiera que sean los individuos
que la componen y por sus diversos o semejantes que puedan ser su modo de vida, sus
ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el mero hecho de hallarse transformados en una
masa los dota de una especie de alma colectiva en virtud de la cual sienten, piensan y
actúan de manera enteramente distinta de como sentiría, pensaría y actuaría cada uno de
ellos en forma aislada. La masa psicológica es un ente provisional que consta de elementos
heterogéneos; estos se han unido entre sí durante un cierto lapso.
Nuestros actos conscientes derivan de un sustrato inconsciente creado en lo
fundamental por influencias hereditarias.
La mayoría de nuestras acciones cotidianas son efecto de motivos ocultos, que
escapan a nuestro conocimiento,
Según
Le Bon, en la masa, desaparecen adquisiciones de los individuos y su
peculiaridad.
Aflora el inconsciente racial, lo heterogéneo se hunde en lo homogéneo. Se
engendra un carácter promedio en los individuos de la masa, pero también muestran
nuevas propiedades que no habían poseído hasta entonces.
Posibles causas:
1) Dentro de la masa el individuo adquiere, por el solo hecho del número, un
sentimiento de poder invencible que le permite entregarse a instintos que, de
estar solo, habría sujetado forzosamente. Tiene menos motivos para
controlarse cuanto que, por ser la masa anónima, y por ende irresponsable,
desaparece totalmente el sentimiento de responsabilidad que frena de
continuo a los individuos.
Las propiedades en apariencia nuevas son las exteriorizaciones de ese
inconsciente que sin duda contiene, como disposición constitucional, toda la
maldad del alma humana.
El núcleo de la conciencia moral es la angustia social, por lo tanto en esta
circunstancia la desaparición de la conciencia moral no ofrece dificultad
alguna para esta concepción.
2)
El contagio, contribuye a hacer que en las masas se exteriorizan rasgos
especiales y, al mismo tiempo, a marcar la orientación de estos. Se contará al
contagio como uno de los fenómenos de índole hipnótica. En la multitud, todo
sentimiento y todo acto son contagiosos y en grado tan alto que el individuo
sacrifica muy fácilmente su interés personal al interés colectivo. Esta actitud
es enteramente contraria a su naturaleza.
3)
La sugestionabilidad, de la cual, el contagio es solo un efecto. Hoy sabemos
que por diversos procedimientos, el ser humano puede ser puesto en un
estado en el que pierde por entero su personalidad consciente, obedece a
todas las sugestiones de quien le ha quitado aquella y comete los actos más
contrarios a su carácter y costumbres.
Los principales rasgos de un individuo integrante de una masa son: la desaparición de la
personalidad consciente, de los sentimientos e ideas en el mismo sentido por sugestión y
contagio, y la tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas. El
individuo deja de ser él mismo; se ha convertido en un autómata carente de voluntad.
El contagio es una exteriorización de la sugestionabilidad.
2
Por pertenecer a una masa organizada, el ser humano desciende varios escalones en la
escala de la civilización. Aislado, era quizás un individuo culto; en la masa es un bárbaro,
una criatura que actúa por instinto. (
Le Bon)
El alma de las masas: La masa es impulsiva, voluble y excitable. Es guiada casi con
exclusividad por lo inconsciente. Los impulsos a que obedece pueden ser, según las
circunstancias, nobles o crueles, heroicos o cobardes: pero, en cualquier caso, son tan
imperiosos que nunca se impone lo personal, ni siquiera el interés de la autoconservación.
La masa es influible y crédula; es acrítica, lo improbable no existe para ella. Piensa
por imágenes que se evocan asociativamente unas a otras, tal como sobrevienen al
individuo en los estados del libre fantaseo; ninguna instancia racional mide su acuerdo con
la realidad. Los sentimientos de la masa son siempre muy simples y exaltados. Por eso no
conoce la duda ni la incerteza.
Es tan intolerante como obediente ante la autoridad. Respeta la fuerza, y sólo en
escasa medida se deja influir por las buenas maneras, que considera signo de debilidad. Lo
que pide de sus héroes es fortaleza, y aún violencia. Quiere ser dominada y sometida, y
temer a sus amos. Totalmente conservadora en el fondo, siente profunda aversión hacia las
novedades y los progresos y una veneración sin límites por la tradición.
Le Bon identifica el alma de las masas con el alma de los primitivos. En las masas,
las ideas opuestas pueden coexistir y tolerarse sin que su contradicción lógica origine un
conflicto. Pero lo mismo ocurre en la vida anímica inconsciente de los individuos, de los
niños y los neuróticos.
Las masas nunca conocieron la sed de verdad. Piden ilusiones, a las que no pueden
renunciar. Lo irreal siempre prevalece sobre lo real, lo irreal las influye casi con la misma
ffuerza que lo real.
Tan pronto como unos seres vivos se encuentran reunidos en cierto número
, se
ponen instintivamente bajo la autoridad de un jefe.
La masa es un rebaño obediente que
nunca podría vivir sin señor. Tiene tal deseo de obedecer que se subordina instintivamente
a cualquiera que se designe su señor.
En general, los conductores adquieren su predicamento por las ideas que los
fanatizan a ellos mismos.
Tanto estas ideas como los conductores adquieren prestigio.
Le Bon distingue entre prestigio adquirido o artificial y prestigio personal. El prestigio
adquirido o artificial
es el que el nombre, la riqueza, la posición social presentan a las
personas y la tradición presenta a las opiniones, obras de arte, etc. En todos los casos, este
prestigio se remonta al pasado.
El prestigio personal adhiere a pocas personas, que en
virtud de él se convierten en conductores, y hace que todos les obedezcan como por obra
de un ensalmo magnético. Todo prestigio a su vez, depende del éxito, y se pierde por el
fracaso.
2) Otras apreciaciones de la vida anímica colectiva:
Es probable que bajo el nombre de masas se hayan reunido formaciones muy diversas que
deberían separarse. Las indicaciones de Le Bon y otros se refieren a masas efímeras que
se aglomeran por la reunión de individuos de diversos tipos con miras a un interés pasajero.
Las afirmaciones opuestas provienen de la apreciación de
aquellas masas o asociaciones
3
estables a que los seres humanos consagran su vida y que encaran en las instituciones de
la sociedad.
McDougall, halla su solución en el factor de la organización. En el caso más simple, la masa
no posee organización alguna, o la tiene de forma efímera. Pero admite que difícilmente se
reúna a una multitud de seres humanos sin que se formen al menos los rudimentos de una
organización, y que en estas masas simples es posible individualizar con facilidad muchos
hechos básicos de la psicología colectiva. La condición que se requiere para que los
miembros de una multitud de seres humanos agrupados por casualidad formen algo
semejante a una masa en sentido psicológico es que esos individuos tengan algo en
común, un interés común por un objeto, pareja orientación afectiva dentro de cierta situación
y cierto grado de capacidad para influirse recíprocamente.
El fenómeno más notable y más importante, de la formación de masa es el
incremento de la afectividad que provoca en cada individuo.
Respecto a las inteligencias inferiores McDougall dice que estas hacen descender a
su nivel a las superiores. El quehacer de estas últimas resulta inhibido porque el incremento
de afectividad crea en general condiciones desfavorables para un trabajo mental correcto.
Según McDougall, el rendimiento psíquico de una masa no organizada, es
extremadamente excitable, impulsiva, apasionada, veleidosa, incosecuente, irresoluta y al
mismo tiempo inclinada a acciones extremas, accesible sólo a las pasiones más groseras y
sentimientos más simples, extraordinariamente sugestionable, aturdida en sus reflexiones,
violenta en sus juicios, receptiva sólo, para los razonamientos y argumentos más
elementales e incompletos, fácil de conducir y amedrentar, sin conciencia de sí, respeto por
sí ni sentimiento de responsabilidad, pero pronta para dejarse arrastrar por la conciencia de
su fuerza a toda clase de desaguisados, que sólo esperaríamos de un poder absoluto e
irresponsable.
McDougall enumera cinco condiciones principales para que la vida anímica de la
masa se eleve al nivel organizado:
1) cierto grado de continuidad en la persistencia de la masa. Puede ser material o
formal. La material es cuando las mismas personas permanecen en un tiempo
prolongado en una masa y la formal cuando dentro de la masa se desarrollan ciertas
posiciones que pueden asignarse a personas que se relevan unas a otras.
2) Que se haya creado en los individuos de la masa una determinada representación
acerca de la naturaleza, función, operaciones y exigencias de la masa, de aca puede
derivarse para ellos un vínculo afectivo con la masa en conjunto.
3) La masa esté en relación con otras formaciones de masa semejantes a ella pero
diferentes en muchos puntos.
4) La masa posea tradiciones, usos e instituciones, en particular los que se refieren a la
relación de sus miembros entre si
5) Dentro de la masa exista una articulación, expresada en la especialización y
diferenciación de las operaciones que corresponden al individuo.
Cuando se cumplen estas condiciones quedan canceladas las desventajas psíquicas de la
formación de masa
. El modo de protegerse de la merma colectiva de la inteligencia es
sustraer de la masa la solución de las tareas intelectuales y reservarla a algunos individuos
que formen parte de ella.
4
Se puede describir la organización que describe McDougall de otra forma: La tarea consiste
en procurar a la masa las mismas propiedades que eran características del individuo y se le
borraron por la formación de la masa. El individuo poseía su continuidad, su conciencia de
sí, sus tradiciones y usos, su trabajo e inserción particulares y se mantenía separado de
otros con quienes rivalizaba.
4) Sugestión y líbido.
Le Bon reconduce todo lo extraño de los fenómenos sociales a dos factores: sugestión
recíproca de los individuos y prestigio del conductor. (el prestigio se exterioriza por su
efecto, que es provocar sugestión).
Líbido es una expresión tomada de la doctrina de la afectividad. Llamamos líbido a la
energía, considerada como magnitud cuantitativa (aunque por ahora no medible), de
aquellas pulsiones que tienen que ver con todo lo que puede sintetizarse como amor.
Vínculos de amor constituyen también la esencia del alma de las masas. Lo que
corresponde a estos vínculos está oculto bajo la pantalla de la sugestión.
Si el individuo resigna su peculiaridad en la masa y se deja sugerir por los otros,
recibimos la impresión de que lo hace porque siente la necesidad de estar de acuerdo con
ellos, y no de oponérseles; quizá entonces por amor de ellos.
5) Dos masas artificiales: iglesia y ejército.
Iglesia y ejército son masas artificiales, se emplea cierta compulsión externa para prevenir
su disolución e impedir alteraciones de su estructura. Por regla general, no se pregunta al
individuo si quiere ingresar en una masa de esa índole, ni se lo deja librado a su arbitrio: y el
intento de separación suele estorbarse o penarse rigurosamente, o se lo sujeta a
condiciones muy determinadas. En estas masas de alto grado de organización, y que se
protegen de su disolución del modo antedicho, se disciernen muy nítidamente ciertos nexos
que en otras están mucho más encubiertos.
En la Iglesia y en el ejército, por diferentes que ambos sean en lo demás, rige
idéntico espejismo (ilusión):
hay un jefe que ama por igual a todos los individuos de la masa.
En estas dos masas artificiales cada individuo tiene una doble ligazón libidinosa: con
el conductor (Critos, general en jefe) y con los otros individuos de la masa.
Principal fenómeno de la psicología de las masas:
falta de libertad del individuo
dentro de ellas. Si todo individuo está sujeto a una ligazón afectiva tan amplia en dos
direcciones, no resultará difícil derivar de ese nexo la alteración y la restricción observadas
en su personalidad.
Otro indicio de lo mismo ,es que la esencia de una masa consistiría en las ligazones
libidinosas existentes en ella, nos proporciona también el
fenómeno de pánico que puede
estudiarse mejor en las masas militares. El pánico se genera cuando una masa de esta
clase se descompone. Lo que caracteriza el hecho de que ya no se presta oídos a orden
alguna del jefe, y cada uno cuida por sí sin miramiento por los otros. Los lazos recíprocos
han cesado y se libera una angustia enorme sin sentido
5
La angustia pánica supone el aflojamiento de la estructura libidinosa de la masa y
esta reacciona justificadamente el peligro y no a la inversa (los vínculos libidinosos de la
masa se extinguen por la angustia frente al peligro).
Estas observaciones no contradicen la tesis de que la angustia crece enormemente
por la inducción (contagio).
En un individuo, la angustia será provocada por la magnitud de peligro o por la
ausencia de ligazones afectivas
(investiduras libidinales).
La pérdida, en cualquier sentido, del conductor, basta para que se produzca el
estallido de pánico, aunque el peligro siga siendo el mismo; como regla, al desaparecer la
ligazón de los miembros entre ellos, y la masa se pulveriza.
6) Otras tareas y orientaciones del trabajo:
Según el psicoanálisis, casi toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas
contiene un sedimento de sentimientos de desautorización y de hostilidad que sólo por la
represión no es percibido. Esto mismo pasa cuando los hombres se reúnen en unidades
mayores. Dos ciudades vecinas tratarán de perjudicarse mutuamente en la competencia;
todo pequeño cantón desprecia a los demás. Los pueblos emparentados se repelen.
Cuando las diferencias son mayores, no nos asombra que el resultado sea una aversión
difícil de superar.
Cuando la hostilidad apunta a personas a quienes se ama, llamamos a esto
sentimiento de ambivalencia.
Toda esta intolerancia desaparece, de manera temporal o duradera, por la formación
de masa y en la masa. Mientras la masa perdura, los individuos se comportan como si
fueran homogéneos, toleran la especificidad del otro, se consideran su igual y no sienten
repulsión hacia él. Una restricción así del narcisismo sólo puede ser producida por una
ligazón libidinosa con otras personas.
En la cooperación se establecen por regla general lazos libidinosos entre los
compañeros, lazos que prolongan y fijan la relación entre ellos mucho más allá de lo
meramente ventajoso. En las relaciones sociales entre los hombres ocurre lo mismo que la
investigación psicoanalítica tiene averiguado para la vía del desarrollo de la líbido individual.
Esta se apuntala en la satisfacción de las grandes necesidades vitales,y escoge como sus
primeros objetos personas que participan de dicho desarrollo.
7) La identificación:
El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de
una ligazón afectiva con otra persona.
Desempeña un papel en la prehistoria del complejo
de Edipo. El varoncito toma al padre como su ideal.
Contemporáneamente a esta identificación con el padre, y quizás antes, el varoncito
emprende una cabal investidura de objeto de la madre según el tipo del apuntalamiento.
Muestra entonces dos lazos psicológicamente diversos: con la madre, una directa
investidura sexual de objeto, con el padre, una identificación que lo toma por modelo.
Ambos coexisten un tiempo, sin influirse ni perturbarse entre sí. Pero la unificación de la
vida anímica avanza y ambos lazos confluyen naciendo el complejo de Edipo normal. El
pequeño nota que el padre le significa un estorbo junto a la madre; su identificación con él
cobra entonces una tonalidad hostil, y pasa a ser idéntica al deseo de sustituir al padre
6
también junto a la madre. Desde el comienzo mismo, la identificación es ambivalente; puede
darse vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el deseo de eliminación.
Puede ocurrir después que el complejo de Edipo experimente una inversión, que se
tome por objeto al padre en una actitud femenina, un objeto del cual las pulsiones sexuales
directas esperan su satisfacción, en tal caso, la identificación con el padre se convierte en la
precursora de la ligazón de objeto que recae sobre el.
La identificación aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomado como
modelo.
En el caso de la formación neurótica de síntoma: Supongamos ahora que una niña
pequeña recibe el mismo síntoma de sufrimiento que su madre. Ello puede ocurrir por
diversas vías. La identificación puede ser la misma que la del complejo de Edipo, que
implica una voluntad hostil de sustituír a la madre, y el síntoma expresa el amor de objeto
por el padre, realiza la sustitución de la madre bajo el influjo de la conciencia de culpa: has
querido ser tu madre, ahora lo eres al menos en el sufrimiento. He ahí el mecanismo
completo de la formulación histérica del síntoma. O bien el síntoma puede ser el mismo que
el de la persona amada, la identificación reemplaza a la elección de objeto; la elección de
objeto ha regresado hasta la identificación. Bajo las constelaciones de la formación del
síntoma, de la represión y el predominio de mecanismos del inconsciente, sucede a menudo
que la elección de objeto vuelva a la identificación.
Hay un tercer caso de formación de síntoma: particularmente frecuente e importante,
en el que la identificación prescinde por completo de la relación de objeto con la persona
copiada. Por ejemplo, si una muchacha recibió en el pensionado una carta de su amado
secreto, la carta despertó sus celos y ella reaccionó con un ataque histérico, algunas de sus
amigas, que saben del asunto, pescarán este ataque por vía de la infección psíquica. El
mecanismo es el de la identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma
situación. Las otras querrían tener también una relación secreta, y bajo el influjo del
sentimiento de culpa aceptan también el sufrimiento aparejado. La empatía nace de la
identificación.
- La identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto
- Pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de objeto por la vía regresiva,
mediante introyección del objeto en el yo.
- Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una
persona que no es objeto de las pulsiones sexuales.
- Mientras más significativa sea esa comunidad, tanto más exitosa podrá ser la
identificación parcial, y así corresponderá al comienzo de una nueva ligazón.
La génesis de la homosexualidad masculina es, en una gran serie de casos: el joven
ha estado fijado a su madre, en el sentido del complejo de Edipo, duante un tiempo y con
una intensidad inusualmente grandes. Al completarse el proceso de la pubertad, llega el
momento de permutar a la madre por otro objeto sexual. Sobreviene entonces una vuelta
repentina; el joven no abandona a su madre, sino que se identifica con ella, se transmuta en
ella y ahora busca objetos que puedan sustituir al yo de él, a quien él pueda amar y cuidar
como lo experimentó de su madre.
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El análisis de la melancolía, afección que cuenta entre sus ocasionamientos más
llamativos la pérdida real o afectiva del objeto amado, nos ha proporcionado otro ejemplo de
esta introyección del objeto. El rasgo principal de estos casos es la cruel denigración de
del yo, unida a una implacable autocrítica y unos amargos autorreproches. Por los análisis
se ha podido averiguar que esta apreciación y estos reproches en el fondo se aplican al
objeto y constituyen la venganza del yo sobre él. La introyección del objeto es aquí
evidente.
Estas melancolías nos muestran además al yo dividido, descompuesto en dos
fragmentos, uno de los cuales arroja su furia sobre el otro. Este otro fragmento es el
alterado por introyección, que incluye al objeto perdido.
El ideal del yo → se le atribuyen las funciones de observación de sí, la conciencia
moral, la censura onírica y el ejercicio de la principal influencia de la represión. Es una
herencia del narcisismo originario, en el que el yo infantil se contentaba a sí mismo. Poco a
poco toma, de los influjos del medio, las exigencias que este plantea al yo y a las que el yo
no siempre puede allanarse, de manera que el ser humano, toda vez que no puede
contentarse consigo mismo en su yo, puede hallar su satisfacción en el ideal de yo,
diferenciado a partir de aquel.
8) Enamoramiento e hipnosis.
El enamoramiento no es más que una investidura de objeto de parte de las pulsiones
sexuales con el fin de alcanzar dicha satisfacción sexual directa, lograda la cual se extingue;
es lo que se llama amor sensual, común. La certidumbre de que la necesidad que acaba de
extinguirse volverá a despertar tiene que haber sido el motivo inmediato de que se volcase
al objeto sexual una investidura permanente y se lo amase aún en los intervalos cuando el
apetito estaba ausente.
En la primer fase, casi siempre concluida ya a los cinco años, el niño había
encontrado un primer objeto de amor en uno de los progenitores; en él se habían reunido
todas sus pulsiones sexuales que pedían satisfacción. La represión obligó a renunciar a la
mayoría de estas metas sexuales infantiles y dejó como secuela una profunda modificación
de las relaciones con los padres. En lo sucesivo el niño permaneció ligado a ellos, pero con
pulsiones de meta inhibida. Los sentimientos que en adelante alberga hacia esas personas
amadas reciben la designación de tiernos. Las anteriores aspiraciones sensuales se
conservan en el inconsciente con mayor o menor intensidad, de manera, que la corriente
originaria persiste en toda su plenitud.
Con la pubertad se inician nuevas aspiraciones, muy intensas, dirigidas a metas
directamente sexuales. En casos desfavorables, permanecen divorciadas, en calidad de
corriente sensual, de las orientaciones tiernas del sentimiento, que persiste. Entonces se
está frente a un cuadro con dos posibles variantes. El hombre se inclina a embelesarse por
mujeres a quienes venera, pero no le estimulan al intercambio amoroso; sólo es potente con
otras mujeres a quienes no ama, a quienes menosprecia. Pero es más común que el
adolescente logre cierto grado de síntesis entre el amor no sensual, celestial y el sensual
terreno; en tal caso, su relación con el objeto sexual se caracteriza por la cooperación entre
pulsiones no inhibidas y pulsiones de meta inhibida.
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Gracias a la contribución de las pulsiones tiernas, de meta inhibida, puede medirse
el grado de enamoramiento por oposición al anhelo simplemente sensual.
El objeto amado goza de cierta exención de la crítica, sus cualidades son mucho
más estimadas que en las personas a quienes no se ama o que en ese mismo objeto en la
época que no era amado. Este afán qué falsea el juicio es el de la
idealización. El objeto es
tratado como el yo propio, y por tanto el enamoramiento afluye al objeto una medida mayor
de libido narcisista. Y en muchas formas de la elección amorosa salta a la vista que el
objeto sirve para sustituir un ideal del yo propio, no alcanzado.
Si la sobrestimación sexual y el enamoramiento aumentan, la interpretación del
cuadro se vuelve cada vez más inequívoca. Las aspiraciones que se esfuerzan hacia una
satisfacción sexual directa pueden ser enteramente esforzadas hacia atrás, como por regla
general ocurre en el entusiasmo amoroso, el yo resigna cada vez más todo reclamo, se
vuelve más modesto, al par que el objeto se hace más grandioso y valioso; al final llega a
poseer todo el amor de sí mismo del yo, y la consecuencia natural es el autosacrificio de
este. Rasgos de humillación, restricción del narcisismo, perjuicio de sí, están presentes en
todos los casos de enamoramiento; en los extremos, no hacen más que intensificarse, y por
el relegamiento de las pretensiones sexuales, ejercen una dominación exclusiva
Contemporáneamente a esta entrega del yo al objeto, que ya no se distingue más de
la entrega sublimada a una idea abstracta, fallan por entero las funciones que recaen sobre
el ideal del yo. Calla la crítica, que es ejercida por esta instancia; todo lo que el objeto hace
y pide es justo e intachable. La conciencia moral no se aplica a nada de lo que acontece en
favor del objeto.
Es fácil describir la
diferencia entre la identificación y el enamoramiento en sus
expresiones más acusadas, que se llaman fascinación y servidumbre enamorada. En la
fascinación, el yo se ha enriquecido con las propiedades del objeto, lo ha introyectado; en la
servidumbre enamorada se ha empobrecido, se ha entregado al objeto.
El trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es muy grande. La misma
sumisión humillada, igual obediencia y falta de crítica hacia el hipnotizador como hacia el
objeto amado. La misma absorción de la propia iniciativa, el hipnotizador ocupa el lugar del
ideal del yo.
El vínculo hipnótico es una entrega enamorada irrestricta que excluye toda
satisfacción sexual, mientras que en el enamoramiento la satisfacción sexual se pospone
sólo de manera temporaria, y permanece en el trasfondo como meta posible para más
tarde.
Una masa que tenga un conductor pero no haya podido adquirir por exceso de
organización las propiedades de un individuo (masa primaria), es una multitud de individuos
que han puesto un objeto (uno y el mismo) en lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo
cual se han identificado entre si en su yo.
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9) El instinto gregario.
W. Trotter (1916) los fenómenos anímicos que se han descrito en la masa derivan de un
instinto gregario → innato en el hombre como en otras especies animales. Esta proclividad
gregaria es una prosecución del carácter pluricelular (punto de vista biológico), en los
términos de la teoría de la libido: es otra expresión de la
tendencia de todos los seres vivos
de una misma especie, tendencia que arranca de la libido, a formar unidades cada vez más
amplias.
El individuo se siente incompleto cuando está solo. Ya la angustia del niño
pequeño sería una exteriorización de este instinto gregario.
Según Trotter las pulsiones que acepta como primarias son: las de
autoconservación, de nutrición, sexual y gregaria. Conciencia de culpa y sentimiento del
deber serían los patrimonios característicos de un animal gregario. Trotter hace partir del
instinto gregario las fuerzas represoras que el psicoanálisis ha pesquisado en el yo, y por
tanto también las resistencias.
Así como Le Bon se interesaba sobre todo por las formaciones de masa efímeras
características, y McDougall por las asociaciones estables, Trotter se interesa
principalmente por las uniones más generales en que vive el ser humano.
La sugestividad según Trotter es un retoño del instinto gregario.
En crítica a Trotter: el instinto gregario no deja sitio para el conductor de la masa y
no lo consideraría una pulsión primaria.
La angustia que siente el niño pequeño cuando lo dejan solo, y que Trotter pretende
considerar como exteriorización de la pulsión gregaria, sugiere empero otra interpretación.
Ella se dirige a la madre, y después a otras personas familiares. La angustia del niño
pequeño que está solo no se calma a la vista de otro cualquiera del rebaño, es más, es
provocada únicamente por la llegada de uno de estos extraños.
Por largo tiempo no se observa en el niño nada de un instinto gregario o sentimiento
de masa. Este se forma únicamente cuando los niños son muchos en una misma casa y
como reacción frente a la envidia incipiente con que el niño mayor recibe al más pequeño.
Aquel, por celos, querría sin duda desalojar al recién llegado, mantenerlo lejos de los padres
y expropiar todos sus derechos; pero en vista de que este es amado por los padres de igual
modo, y por la imposibilidad de preservar su actitud hostil sin perjudicarse, es compelido a
identificarse con los otros niños, y así se forma en la cuadrilla infantil un sentimiento de
masa o comunidad, que después en la escuela halla su ulterior desarrollo.
Rivales al comienzo, han podido identificarse entre sí por su parejo amor hacia el
mismo objeto.
Lo que más tarde hallamos activo en la sociedad en calidad de espíritu comunitario,
no desmiente este linaje suyo, el de la envidia originaria. Ninguno debe querer destacarse,
todos tienen que ser iguales y poder lo mismo.
La justicia social quiere decir que uno se
niega a muchas cosas para que también los otros deban renunciar a ellas o no puedan
exigirlas.
Esta exigencia de igualdad es la raíz de la conciencia moral social y del
sentimiento de deber.
El sentimiento social descansa, en el cambio de un sentimiento primero hostil en una
ligazón de cuño positivo, de la índole de una identificación.
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Osemos por eso, en corregir el enunciado de Trotter de que el ser humano es un
animal gregario, es más bien un animal de horda,
el miembro de una horda dirigida por un
jefe.
10) La masa y la horda primordial
Darwin la forma primordial de la sociedad humana fue la de una horda gobernada
despóticamente por un macho fuerte.
Los destinos de esta horda han dejado huellas indestructibles en el linaje de sus herederos;
en particular, que el desarrollo del totemismo, que incluye en sí los comienzos de la religión,
la eticidad y la estratificación social, se entrama con el violento asesinato del jefe y la
transformación de la horda paterna en una comunidad de hermanos.
Las masas humanas vuelven a mostrarnos la imagen familiar del individuo
hiperfuerte en medio de una cuadrilla de compañeros iguales, esa misma imagen contenida
en nuestra representación de la horda primordial.
Así como el hombre primordial se conserva virtualmente en cada individuo, la horda
primordial se restablece a partir de una multitud cualquiera de seres humanos
. La psicología
de la masa es la psicología más antigua del ser humano, lo que hemos aislado como
psicología individual, dejando de lado todos los restos de masa, se perfiló más tarde,
parcialmente a partir de la antigua psicología de masa.
La psicología individual tiene que ser por lo menos tan antigua como la psicología de
masa, pues desde el comienzo hubo dos psicologías: la de los individuos de la masa y la
del padre, jefe, conductor.
Los individuos estaban ligados del mismo modo que los hallamos
hoy, pero el padre de la horda primordial era libre. Suponemos que el yo del padre estaba
poco ligado libidinosamente, no amaba a nadie fuera de sí mismo, y amaba a los otros sólo
en medida en que servían a sus necesidades.
El padre de la hora no era todavía inmortal, como pasó a serlo más tarde por la
divinización. Cuando moría debía ser sustituido, lo realizaba un hijo más joven que hasta
entonces había sido individuo-masa. Por lo tanto, tuvo que existir la posibilidad de
transformar la psicología de masa en psicología individual. El padre primordial había
impedido que sus hijos satisficieran sus aspiraciones sexuales directas; los compelió a la
abstinencia, y por consiguiente a establecer ligazones afectivas con él y entre ellos,
ligazones que podían brotar de las aspiraciones de meta sexual inhibida.
Al que fue su continuador, se le abrió también la posibilidad de la satisfacción sexual
y la de salir de las condiciones de la psicología de la más. La fijación de la libido a la
hembra, la posibilidad de satisfacerse sin dilación y sin almacenamiento, pusieron fin a la
significatividad de las aspiraciones sexuales de meta inhibida e hicieron que el narcisismo
fuera incrementado en esa misma medida.
Fernenczi (1909) descubrió que la orden de dormir, usada a menudo para producir la
hipnosis, hace que el hipnotizador ocupe el lugar de los padres. Creyó distinguir dos clases
de hipnosis:
una zalamera y apaciguadora, que atribuyó al modelo materno, y una
amenazadora, que imputó al padre.
El carácter ominoso y compulsivo de la formación de masa, que sale a la luz en sus
fenómenos sugestivos, puede reconducirse entonces con todo derecho hasta la horda
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primordial. El conductor de masa sigue siendo el temido padre primordial; la masa quiere
siempre ser gobernada por un poder irrestricto, tiene una ansia extrema de autoridad. El
padre primordial es el ideal de la masa, que gobierna al yo en remplazo del ideal del yo. Hay
buenos fundamentos para llamar a la hipnosis una masa de dos; en cuanto a la sugestión,
le cabe esta definición es un convencimiento que no se basa en la percepción ni en el
trabajo de pensamiento, sino en una ligazón erótica.
11) Un grado en el interior del yo
En nuestros días, cada individuo es miembro de muchas masas, tiene múltiples ligazones
de identificación y ha edificado su ideal del yo según los más diversos modelos. Cada
individuo participa del alma de muchas masas y aún puede elevarse por encima de ellos
hasta lograr una partícula de autonomía y de originalidad. Estas formaciones de masas
duraderas y permanentes llaman menos la atención del observador, por sus efectos
uniformes y continuados, que las masas efímeras, de creación súbita. Son las masas
efiḿeras las que se superponen a las otras y en estas desaparece sin dejar huellas el
desarrollo individual.
El individuo resigna su ideal del yo y lo permuta por el ideal de la masa corporizado
en el conductor. Pero esto no tiene en todos igual magnitud, en muchos individuos la
separación entre el yo y su ideal del yo no ha llegado muy lejos; ambos coinciden con
facilidad, el yo ha conservado a menudo su antigua vanidad narcisista. Esto facilita la
elección del conductor, muchas veces solo hace falta poseer las propiedades típicas de
estos individuos con un perfil nítido y puro, y hacer la impresión de una fuerza y una libertad
libidinosa mayores.
Los otros cuyo ideal del yo no se ha incorporado en su persona son arrastrados
después por vía sugestiva (por identificación)
Para esclarecer la estructura libidinosa de una masa se reconduce a la
diferenciación entre el yo y el ideal del yo, y al doble tipo de ligazón posibilitado:
identificación, e introducción del objeto en reemplazo del ideal del yo.
El yo se vincula ahora como un objeto con el ideal del yo desarrollado a partir de él,
y posiblemente todas las acciones recíprocas entre objeto exterior y yo total que hemo
discernido en la doctrina de la neurosis vienen a repetirse en este nuevo escenario
erigiendo en el interior del yo.
El ideal del yo abarca la suma de todas las restricciones que el yo debe obedecer, y
por eso la suspensión del ideal no podría menos que ser una fiesta grandiosa para el yo,
que así tendría permitido volver a contentarse consigo mismo. Siempre se produce una
sensación de triunfo cuando el yo coincide en algo con el ideal de yo. El sentimiento de
culpa y el sentimiento de inferioridad puede comprenderse como expresión de la tensón
entre el yo y el ideal.
En el maníaco, el yo e ideal del yo se han confundido, a la persona ninguna
autocrítica perturba, pierde inhibiciones, miramientos y autoreproches. En las melancolías,
hay una bipartición tajante de ambas instancias del yo, en que el ideal, hace salir a la luz de
manera despiadada su condena del yo en el delirio de insignificancia y en la
autodenigración.
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12) Apéndice:
A) La diferencia entre identificación del yo con un objeto y reemplazo del yo por este:
En el caso del soldado, toma por ideal a su jefe y se identifica con sus iguales
derivando de esta comunidad del yo los deberes de la ayuda mutua y el reparto de
bienes, que la camaradería implica.
En la Iglesia. Todo cristiano ama a Cristo como su ideal y se siente ligado a los otros
cristiando por identificación, Pero la iglesia además pide identificarse con Cristo y
amar a los otros cristianos como él los ha amado. La identificación debe agregarse
ahí donde se produjo la elección de objeto, y el amor de objeto, ahí donde está la
identificación.
B) Sería posible indicar en el desarrollo anímico de la humanidad el punto en que se
consumó también para los individuos, el progreso de la psicología de masa a la
psicología individual.
Mito científico del padre de la horda primordial: había engendrado a todos los hijos
que componían la primera masa. Era el ideal de cada uno de ellos, venerado y
temido, de ahí resultó después el concepto del tabú. Esta mayoría se juntó y lo mató.
Ninguno de los miembros de esta masa triunfante pudo ocupar su lugar, o cuando
alguno lo consiguió, se renovaron las luchas, hasta que advirtieron que todos ellos
debían renunciar a la herencia del padre. Formaron así la hermandad totémica, en la
que todos gozaban de iguales derecho y estaban ligados por las prohibiciones
totémicas, destinadas a preservar y expiar la memoria del asesinato. Pero el
descontento con lo logrado persistía, y pasó a ser la fuente de nuevos desarrollos.
Poco a poco los coligados en la masa de hermanos fueron produciendo el antiguo
estado en un nuevo nivel; el varón se convirtió otra vez en jefe de una familia y
quebrantó los privilegios de la ginecocracia que se había establecido en la época sin
padre.
La nueva familia era sólo una sombra de la antigua: los padres eran muchos, y cada
uno estaba limitado por los derechos de los demás.
C) Las pulsiones sexuales de meta inhibida, generan ligazones duraderas, ya que no
son susceptibles a una satisfacción cabal. Las que poseen una meta sexual directa
pierden su energía cada vez por obra de la satisfacción, y tienen que aguantar hasta
que ella se renueve por reacumulación de la libido sexual.
D) Dos personas comprometidas entre sí con el fin de la satisfacción sexual se
manifiestan en contra de la pulsión gregaria, contra el sentimiento de masa, en la
medida que buscan la soledad.
E) El enamoramiento se basa en la presencia simultánea de aspiraciones sexuales
directas y de meta inhiibida, al par que el objeto atrae hacia sí una parte de la líbido
yoica naricisista. Sólo da cabida al yo y al objeto.
La hipnosis comparte con el enamoramiento el circuncribirse a esas dos personas,
pero se basa enteramente en aspitaciones sexuales de meta inhibida y pone al
objeto en el lugar del ideal del yo
La masa multiplica este proceso; coincide con la hipnosis en cuanto a la naturaleza
de la pulsiones que la cohesionan y a la sustitución del ideal del yo por el objeto,
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pero agrega la identificación con otros individuos, la que quizá fue posibilitada
originalmente por su idéntico vínculo con el objeto.
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