INVESTIGACIÓN REALIZADA PARA LA
OFICINA PARA EUROPA DEL
BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO
ECONOMÍA Y CULTURA: UNA REFLEXIÓN
EN CLAVE LATINOAMERICANA
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 2
Lluís Bonet BID
Lluís Bonet Agustí
Barcelona, enero de 2001
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 3
Lluís Bonet BID
INDICE
PRESENTACIÓN 4
1. INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS ECONÓMICO DE LA CULTURA. 5
1.1. Evolución de las relaciones entre economía y cultura. 5
1.2. Problemas en la definición de cultura y de los sectores culturales. 6
1.3. Aportaciones del pensamiento económico al análisis de la cultura. 12
2. DESARROLLO CULTURAL Y MERCANTILIZACIÓN ECONÓMICA. 13
2.1. Interdependencias entre desarrollo económico y desarrollo cultural. 13
2.2. Características económicas de los distintos sectores culturales. 16
2.3. Formas de evaluar el valor de la cultura. 21
3. ANÁLISIS DE LAS FORMAS DE PRODUCCIÓN CULTURAL. 24
3.1. La inserción en el mercado de creadores e intérpretes. 24
3.2. La producción cultural artesanal. 27
3.3. La producción cultural industrializada. 29
3.4. El papel de las nuevas tecnologías en la producción y los mercados
culturales. 32
4. UNA PERSPECTIVA EMPÍRICA SOBRE EL CONSUMO CULTURAL. 34
4.1. Los hábitos de consumo cultural. 34
4.2. Estudios empíricos de consumo cultural. 36
5. ANÁLISIS DE LA DEMANDA Y POLÍTICAS DE PRECIO. 41
5.1. Elasticidad precio y renta de la demanda. 41
5.2. Políticas de precios y financiación de la cultura. 42
6. ANÁLISIS ECONÓMICO DE LAS POLÍTICAS CULTURALES. 48
6.1. Argumentos justificativos de la intervención gubernamental en
cultura. 48
6.2. Los estudios de impacto económico aplicados a la cultura. 52
6.3. Las políticas culturales latinoamericanasa ante los procesos
globalización de la producción y los mercados culturales. 55
NOTAS Y BIBIOGRAFÍA 60
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 4
Lluís Bonet BID
Presentación
El objeto de la presente ensayo es analizar desde una perspectiva económica las
formas de producción, distribución e intervención en los mercados culturales. Se trata
de evaluar las razones económicas del comportamiento de los diferentes agentes
culturales, públicos y privados, afectados. Entendemos que dicho estudio puede
facilitar herramientas analíticas a los responsables del Banco Interamericano de
Desarrollo interesados en comprender mejor las dinámicas y potencialidades de un
sector emergente de la economía latinoamericana.
El estudio se estructura en seis grandes apartados. En el primero se analiza la
evolución de las relaciones entre economía y cultura, el propio concepto de cultura y se
evalúan las principales aportaciones de la ciencia económica en el estudio de los agentes
y los sectores culturales. A partir de aquí, en la segunda parte del trabajo, se describen
las interdependencias entre desarrollo económico y desarrollo cultural, para centrar el
debate alrededor de las distintas dimensiones del concepto de valor. El tercer apartado
se centra en el estudio de las formas de producción cultural, tanto artesanal como
industrial, deteniéndose en la evaluación de la inserción de los creadores e intérpretes en
el mercado laboral, y las formas como las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación inciden en el desarrollo de la producción y los mercados culturales. En el
siguiente apartado se analiza desde una perspectiva teórica y empírica la formación de
los hábitos de consumo cultural. Dicho análisis permite, en el siguiente apartado,
evaluar la función de demanda cultural y la respuesta de las distintas estrategias y
políticas de precio en la financiación de las actividades culturales. Finalmente, el
trabajo concluye con la presentación de tres aportaciones claves del análisis económico
en la comprensión de la intervención gubernamental en dicho ámbito: la justificación
económica de la subvención pública a la cultura, el papel de los estudios de impacto
económico de la cultura, y los nuevos retos de las políticas culturales, en particular en el
ámbito latinoamericano, ante los procesos de globalización y mundialización de la
producción y los mercados culturales.
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 5
Lluís Bonet BID
1. Introducción al análisis económico de la cultura.
1.1. Evolución de las relaciones entre economía y cultura.
Desde mediados de los años ochenta, buena parte de los discursos de los
responsables políticos de la cultura, así como de muchos promotores culturales y
artistas, introducen de forma creciente argumentos económicos para tratar de legitimar
el papel de la cultura en la sociedad y defender la intervención pública de apoyo a la
misma. Conceptos como coste, presupuesto, estrategia de mercado, demanda y oferta
cultural, o financiación se entremezclan con los conceptos tradicionales utilizados en el
mundo del arte: creatividad, innovación, comunicación o experiencia estética. La
cultura, como cualquier otra manifestación humana está formada por un conjunto de
objetos y manifestaciones (bienes y servicios en terminología económica), que ha sido
necesario producir y distribuir para hacer llegar a sus receptores (público o clientes). Un
concierto, un libro, un museo, una telenovela, una pintura o los objetos de artesanía
popular son fruto de la imaginación y del trabajo creativo de una o diversas personas,
pero son disfrutados (o consumidos) por los ciudadanos gracias a la existencia de
circuitos de producción y comercialización.
Por esta razón, es muy difícil introducirse en el mundo de la gestión de los
servicios, los equipamientos o los proyectos culturales sin disponer de una visión de la
producción y los mercados culturales desde el prisma de la ciencia económica. Sin
embargo, las herramientas tradicionales de la economía no bastan para explicar el
comportamiento de los agentes culturales. Más allá del valor funcional de un bien o de
un servicio cultural, cada producto cultural lleva implícito un valor simbólico y
emocional distinto para cada individuo o comunidad cultural. Esto explica la existencia
tanto de un mercado especulativo sobre las obras de los grandes maestros, como la
defensa del patrimonio, la cultura tradicional o la creatividad por parte de los poderes
públicos, así como la auto-explotación económica de muchos creadores o el arraigo de
una comunidad a sus tradiciones por encima de la lógica del mercado. Estas
particularidades o anomalías a las reglas habituales del comportamiento económico
representan un reto importante para muchos economistas. Tal como dice Mark Blaug,
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 6
Lluís Bonet BID
"la economía de la cultura constituye un terreno de experimentación de la pertinencia de
los conceptos económicos fundamentales".
1
Sin embargo, el propio concepto de cultura, sus límites en términos estadisticos
y sectoriales, y en general, su uso por parte de la ciencia económica y de los
economistas que han investigado este ámbito de actividad humana y económica, genera
múltiples cuestiones.
1.2. Problemas en la definición de cultura y de los sectores culturales.
El término “cultura”, concepto polisémico por excelencia, proviene de la palabra
latina homónima cultura. Etimológicamente, cultura tiene su origen en el término colo,
palabra latina de raíces indoeuropeas -k
w
elo ( que existe aún en inquilinus, inquilino)-
que significa habitar o cultivar, pero que también se utilizaba para designar el culto y
honores que los hombres rendían a los dioses, pues el dios que habita en un lugar
ejercicia de protector natural del mismo. Entre las múltiples palabras que derivan de
colo están colonus, el que cultiva en nombre del propietario una tierra, el habitante de
una colonia, o percolo, reverenciar, honorar. A partir de la forma cult- se genera cultio,
cultura y cultur que en sentido moral significan cultura, dedicación y civilización (de
esta manera lo usan, por ejemplo, Cicerón o San Ambrosio), pero también puede ser
forma de ser o de vestir.
2
En las lenguas románicas medievales el término cultura se utilizaba para
designar la pieza de tierra cultivada, así como para describir el culto religioso. En época
moderna se encuentra su significado primogénito clásico de cultivo de la tierra y el
espíritu, culture des arts, de son espirit.
3
Uno puede considerar que a partir de la
segunda mitad del siglo XVII el sentido figurado de la cultura se incluye en el
vocabulario cotidiano. Rápidamente el concepto se ampliará también en el campo de
las letras, las ciencias y la formación del espíritu y las costumbres
4
.
El concepto “cultura” puede ocasionar fácilmente confusión debido a sus
múltiples definiciones e interpretaciones realizadas durante los últimos dos siglos, desde
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 7
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distintas perspectivas nacionales y sectores académicos. “El término cultura tiene una
larga historia de significar cosas distintas para personas distintas” afirma Goodenough.
5
Muchos pensadores, filósofos, antropólogos, comunicadores, sociólogos o psicólogos
han preferido definirlo en oposición a otras realidades, la cultura como contrario de
naturaleza, técnica o personalidad.
6
Tylor, uno de los primeros antropólogos, definió
cultura, el objeto de su ciencia, como “aquel conjunto complejo que incluye el
conocimiento, las creencias, el arte, la moral, las leyes, las costumbres y cualquier otra
aptitud y hábito adquirido por el hombre como miembro de la sociedad”.
7
Más reciente,
otro antropólogo, Robert Borofksy, define cultura como la “construcción intelectual
utilizada para describir ( y explicar) un conjunto complejo de herramientas, emociones,
ideas y comportamientos humanos.”
8
María Moliner, en su diccionario de uso del español, después de definir
genéricamente el término desde una doble óptica individual “conjunto de los
conocimientos no especializados, adquiridos por una persona mediante el estudio, las
lecturas, los viajes, etc.”, y colectiva “conjunto de conocimientos, grado de desarrollo
científico e industrial, estado social, ideas, arte, etc., de un país o una época”, sugiere la
distinción entre cultura y civilización. El primer término se aplicaría al grado de
perfeccionamiento soical o del as relaciones humanas, mientras que el segundo se
reservaría para el progreso científico y material.
9
Por su lado, la vigésima primera
edición del diccionario de la lengua española editado por la Real Academia Española
junto a la acepción más clásica de cultivo y adquisición de conocimientos, recoge la
moderna difinición antropológica al definir cultura como el “conjunto de modos de vida
y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en
una época o grupo social”.
10
En otros diccionarios hispanos contemporáneos encontramos definiciones que
parten de la misma idea pero que integran una concepción más ámplia y antropológica
del término, acercándose al punto de vista dominante en la actualidad entre los
especialistas en la materia. Así, en el diccionario del Institut d’Estudis Catalans el
concepto de cultura es definido como “el conjunto de los conocimientos literarios,
históricos, científicos o de otro carácter que alguien posee como fruto de su estudio, de
lecturas, de viajes, de experiencias, etc.”. Pero también se define como “el conjunto de
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 8
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saberes, tradiciones y formas de vida materiales y espirituales características de un
pueblo, una sociedad o de toda la humanidad”
11
No obstante, más allá del punto de vista académico, las distintas sociedades
occidentales incluyen dentro de su propia concepción de la idea de cultura elementos
distintos, no siempre coincidentes. En los países anglosajones, arts and culture, los dos
términos forman un mismo concepto, cultura tiene un significado restringido, vinculado
al fenómeno de la creatividad literaria, plástica o de las artes escénicas. De esta forma,
estos sectores artísticos, juntamente con la conservación del patrimonio, son los que han
conformado tradicionalmente el mundo de la alta cultura. En estados Unidos, los
productos de la industria fonográfica y audiovisual, o el mundo de los espectáculos de
Broadway, no forman parte del mundo de la cultura y las artes ( y por ello con derecho a
recibir subvención gubernamental), pues se incluyen en el sector del ocio y
espectáculos, el mundo del Show business. Solamente en medios académicos se
empieza a utilizar a finales de los años noventa un nuevo término: arts sector. Concepto
que pretende integrar tanto aquellas actividades culturales que forman parte tanto del
circuito comercial, las que se mueven en el ámbito de las organizaciones sin afán de
lucro, como las protagonizadas por los individuos de una forma voluntarista y amateur.
Esta concepción más integradora, de momento restringida al mundo académico,
se aproxima mucho más a la utilizada tanto en los países germánicos como en los de
cultura latina. Por ejemplo, para los germánicos el término kunts (próximo a la idea de
arte) se diferencia de kultur (cultura en su sentido más amplio). Este ultimo término
coincide con volksgeist (alma o espíritu del pueblo), concepto introducido por el
romanticismo alemán para designar la cosmovisión y idiosincrasia genuina que
caracteriza a una nación.
UNESCO, la organización especializada en las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia, y la Cultura, se propuso encontrar, durante la década de los
setenta, una definición del término Cultura común entre las distintas sensibilidades que
conforman el planeta. Durante varias conferencias intergubernamentales organizadas
durante la década de los setenta se avanza hacia una interpretación más amplia, en la
lógica de la acepción antropológica del termino. En la Conferencia intergubernamental
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 9
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de Venecia de 1970, UNESCO utiliza una concepción de la idea de cultura considerada
más amplia: establece que la cultura no se puede separar del conjunto de elementos que
conforman la vida diaria e incluye la cultura científica y técnica como parte del
concepto de cultura
12
Dos años después, la Conferencia intergubernamental sobre las
políticas culturales en Europa, celebrada en Helsinki, establece que “la cultura no es
solamente la acumulación de obras y conocimientos que una elite produce, recoge y
conserva para ofrecerla después, o que un pueblo rico en su pasado y patrimonio ofrezca
a otros(...); la cultura no se limita al acceso a las obras de arte y humanidades, sino a la
adquisición de conocimientos, la exigencia en las formas de vivir, la necesidad de
comunicación (...) No es un territorio a conquistar o a poseer, es una forma de
comportarse en relación con mismo, con sus semejantes, con la naturaleza”
13
.
Finalmente, en la Conferencia mundial sobe políticas culturales celebrada en Méjico en
1982, se establece y define el concepto de cultura. Primero, se decide poner énfasis en la
idea de “culturas”, en substitución a “cultura en singular, pues son fieles al paradigma
de la “democracia cultural” y se pretende favorecer el diálogo entre varios sin prejuzgar
preferencias. Para UNESCO, la cultura reúne el conjunto de interacciones del individuo
con su entorno; cultura “es el conjunto de modas y condiciones de vida de una
colectividad sobre la base de un sustrato común de tradiciones y saberes, así como las
distintas formas de expresión y de realización del individuo en el seno de la sociedad”.
14
Esta definición no terminó con la polémica terminológica, pues no resuelve los
límites del concepto. Muchos estudios sobre el sector cultural deben empezar por definir
su campo de trabajo
15
. También persiste la diferenciación entre cultura artística, cultura
humanística y cultura científico-técnica, que actúan como matices de lo que entendemos
por cultura. Igual pasa con la alta cultura, cultura tradicional y cultura de masas. Es
evidente, pues, que el concepto de cultura admite múltiples aproximaciones y
dimensiones. Olivier Donnat, por ejemplo, en un estudio sobre política cultural
francesa, establece cuatro dimensiones básicas del campo cultural: dimensión estética,
dimensión mercantil, dimensión informativa y educativa y la dimensión lúdica.
16
Podríamos encontrar otras.
No obstante, la aparición y consolidación de la cultura de masas en substitución
de la cultura popular tradicional, acompañada de un mayor desarrollo de la alta cultura,
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 10
Lluís Bonet BID
han transformado la aprehensión del concepto. El movimiento histórico que conduce a
la sociedad de masas y que nace de desarrollo industrial, económico y democrático
occidental relacionado con la revolución industrial, facilita la utilización de la cultura
como instrumento de progreso en la escala social y como símbolo de distinción social.
17
Pero la oposición actual no es entre cultura tradicional y alta cultura, es entre alta
cultura y cultura de masas; en resumen, entre la herencia de la cultura clásica (
trasmitida por la tradición intelectual y de producción fundamentalmente artesanal) y la
producción y difusión de bienes y servicios que ofrecen la industria de la cultura y el
ocio (difundida masivamente y producida en circuitos industrializados). La cultura
destinada a ser consumida como los otros productos de consumo
18
.
Aún así, no es fácil conocer los límites de cada uno de estos ámbitos; en especial
cuando la cultura de masas, consumida por la mayoría de la población en los países
occidentales, se ve tan influida por la alta cultura y por las culturas tradicionales de todo
el mundo, al tiempo que se transforma a gran velocidad. El mismo avance tecnológico
es responsable de la desaparición de fronteras. Según algunos autores, la difusión de la
cultura a través de los Mass Media transforma la misma esencia de la manifestación
cultural: “Su naturaleza está en los propios objetos modificados -rescritos, condensados,
digeridos y reducidos a un estado de “pacotilla” por la reproducción o la conversión en
imagen”; o “la cultura de masas no es una forma degradada de cultura por su carácter de
masas; lo es porqué los objetos artísticos heredados de la tradición son tratados por las
lógicas de producción de la difusión masiva, bajo el objetivo de simplemente responder
a una necesidad de ocio”.
19
En este trabajo se utilizan dos acepciones del término. Por esto, cuando se habla
de cultura de forma genérica, y con relación a las identidades, se entiende el conjunto de
bienes patrimoniales, conocimientos, experiencias y formas de expresión y de vivir que
implican una necesidad de comunicación del individuo respeto su entorno; es decir, un
concepto próximo al definido en la Conferencia mundial sobre políticas culturales
celebrada en México el 1982.
Por el contrario, cuando nos limitamos al análisis de la producción de bienes y
servicios culturales, se utiliza una acepción mucho más restringida, que incluye
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 11
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únicamente a los nombrados sectores culturales. O sea, reúne fundamentalmente el
audiovisual, la música, las artes escénicas, los libros, las artes plásticas y los bienes y
servicios patrimoniales y la cultura tradicional. Según esta acepción, se expulsan, entre
otros, aquellos servicios o actividades del sector del ocio, la tecnología o la información
que no incorporen de forma clara un componente creativo o artístico ( por ejemplo: los
parques recreativos, la programación o servicios televisivos de tipo informativo, los
deportes o el ocio, etc.); también se excluye la producción artesanal de objetos no
artísticos, el diseño, la moda y la gastronomía, así como los procesos de post-
producción y de producción de equipamientos o instrumentos para la práctica artística (
desde los laboratorios de fotografía a los estudios de sonido, el sector de la alta
fidelidad o el de los instrumentos musicales).
Algunos autores reúnen todos estos sectores bajo el término de “industrias
culturales”: “el análisis de la cultura estructurado alrededor del concepto de las
industrias culturales (...) concibe la cultura, definida en términos de producción y
circulación de sentidos simbólicos, como un proceso material de producción e
intercambio que forma parte de -y de forma significativa son determinados por- los
procesos económicos más amplios de la sociedad, con la que comparte muchas de sus
formas.
20
No obstante, la mayoría de autores limitan el uso del término industrias
culturales a los sectores donde es posible la reproducción seriada: el audiovisual, el libro
y los fonogramas. Ésta es la acepción que se utiliza en la presente investigación aunque
reúne actividades propiamente industriales ( producción y distribución de libros, vídeos,
películas o fonogramas) junto con los servicios de radiocomunicación
Finalmente, en el sector de los estudios de comunicación, es habitual utilizar el
término “industrias de la cultura y la comunicación”, concepto que se refiere a los
medios comunicativos y las industrias culturales que permiten la reproducción seriada
21
.
Igualmente, a partir de los ochenta aparecen productos y empresas que integran varios
sectores de la cultura y la comunicación, generando la aparición de un nuevo término:
los “multimedia”. El concepto se utiliza para definir un producto creativo que incorpora
técnicas o soportes procedentes de varias industrias culturales, así como para describir
la integración del negocio de los grandes grupos de comunicación en las actividades de
la cultura y la comunicación.
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 12
Lluís Bonet BID
1.3. Aportaciones del pensamiento económico al análisis de la cultura.
La ciencia económica no empieza a profundizar en el análisis de las formas de
producción y de los mercados culturales hasta la década de los sesenta. Las escasas
monografías publicadas con anterioridad, la mayor parte de ellas de carácter sectorial,
aparecen como fruto de estudios puntuales o del interés de personalidades aisladas con
experiencia o responsabilidad gerencial en este ámbito (empresarios de teatro o gerentes
públicos, entre otros). No será hasta 1965 que un artículo del prestigioso economista
estadounidense William Baumol, en colaboración con William Bowen, tendrá un gran
impacto sobre los medios académicos y profesionales.
22
En el mismo se analiza el
carácter artesanal de las artes en vivo, regresivas en términos de productividad del
trabajo con relación a la producción industrializada donde la tecnología y la substitución
de mano de obra permiten una reducción de los costes y los precios. Este progresivo
encarecimiento de las actividades culturales debe subsanarse según Baumol, bien con su
revaloración por parte del público, aceptando pagar un precio más alto, o con ayuda
gubernamental que cubra el déficit entre unos costes crecientes y una demanda incapaz
de alcanzarlos. El impacto de este texto, junto a otros artículos contemporáneos de otros
dos grandes economistas, Paul Samuelson y John Galbraith, generan un interés
creciente hacia el análisis del sector cultural por parte de diversos economistas.
23
Durante los años siguientes, otros economistas de renombre como Gary Becker,
en su estudio sobre el consumo de bienes adictivos o cuyo gusto aumenta con el tiempo,
o Alan Peacock desde el análisis de la elección pública, desarrollan distintos aspectos
relevantes para el análisis económico de las artes, incorporando el comportamiento
aparentemente anómalo de la cultura en los paradigmas tradicionales de la economía
política. A partir de la década de los setenta la disciplina empieza a cohesionarse a
escala internacional: se funda una asociación académica especializada; se inicia la
publicación del Journal of Cultural Economics, el referente académico de la
especialidad; y a partir de 1979 se empiezan a organizar los congresos internacionales
de economía de la cultura. A inicios de la década de los ochenta la especialidad tiende a
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 13
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consolidarse y surgen numerosos especialistas en distintos países europeos, América del
Norte, Australia y Japón.
Sin embargo, la inexistencia de una visión de conjunto sobre los problemas a
investigar, natural en una especialidad emergente, explica los distintos enfoques y un
cierto sesgo de las investigaciones hacia aquellos temas o cuestiones más candentes
desde las respectivas realidades nacionales. Así, los estudiosos anglosajones, y muy en
particular los norteamericanos, se interesaron inicialmente en el comportamiento de las
artes escénicas (el problema de la inflación de costes de la producción artesanal
estudiada ya por Baumol), el retorno a largo plazo de la inversión en pintura, o el
funcionamiento del mercado liderado por entidades sin finalidad de lucro. Los autores
europeos, y muy en particular los franceses, se interesan más en el estudio de las
industrias culturales y en la incidencia del estado en los mercados culturales. Sin
embargo, tal como sostienen Pierre-Jean Benghozi y Domenique Sagot-Duvauroux, el
análisis económico de la cultura se nutre de una aportación muy interdisciplinar, como
consecuencia de la confluencia de distintas ciencias sociales en este ámbito, y porqué el
interés de los actores públicos y privados por determinados temas influye en la
financiación de estudios específicos sobre los sectores culturales.
24
David Throsby, en
un artículo de síntesis publicado en 1994 en el prestigioso Journal of Economic
Literature, hace un buen repaso de los principales temas estudiados en las últimas tres
décadas por distintas generaciones de economistas.
25
2. Desarrollo cultural y mercantilización económica.
2.1. Interdependencias entre desarrollo económico y desarrollo cultural.
¿Es la cultura un freno o un motor al desarrollo económico? Esta pregunta se la
han realizado a menudo muchos tecnócratas bienintencionados al ver fracasar sus planes
de desarrollo económico en países con estructuras de valores culturales distintas a la
occidental. Los valores culturales inciden en las formas de vida y en la estructura social
y política de cada pueblo, pero también en las formas de consumo y de organización del
trabajo. El modelo dominante de desarrollo económico capitalista es el occidental (Max
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 14
Lluís Bonet BID
Weber habla de la mentalidad protestante para explicar el nacimiento del capitalismo),
pero éste no se desarrolla igual en otras realidades culturales. El éxito económico del
capitalismo en Japón se debe a su adaptación a principios como la jerarquía en el
trabajo, la fidelidad a la empresa y la endogamia consumidora de la cultura japonesa.
De todas formas, el modelo occidental contemporáneo integra un conjunto de valores
sociales, económicos y políticos difícilmente integrables en su totalidad a la realidad de
muchas de las culturas africanas, asiáticas o islámicas, como son el individualismo o la
democracia liberal. Por esta razón un modelo de desarrollo económico que no tenga en
cuenta la particular estructura de valores culturales de la sociedad donde se pretende
implementar está encaminado al fracaso.
Esta premisa, plenamente justificada en países de cultura no occidental, también
es aplicable en las regiones periféricas del mundo occidental, como son la Europa
meridional o América Latina. Por ejemplo, valores como el fomento del individualismo
y el menoscabo de la solidaridad grupal o familiar pueden tener consecuencias
contradictorias en la evaluación de la competitividad empresarial. En las maquiladoras o
fábricas de ensamblaje mexicanas se descubrió que el fomento de la competitividad
entre trabajadores daba peores resultados en la productividad final de la planta que los
mecanismos tradicionales de solidaridad entre compadres. El fallo de un trabajador en
una línea de montaje era corregido por el que le sucedía, a menudo su compadre, en
lugar de ser aprovechado por éste a manera de trampolín para resaltar por encima de los
restantes empleados ante el supervisor. Evidentemente, también en Estados Unidos los
modelos de organización empresarial, o conceptos como jerarquía y corresponsabilidad,
han evolucionado mucho desde principios de siglo, cuando se instauró el modelo
taylorista, hasta la actualidad gracias a la transformación de la estructura de valores
dominante.
Pero hay otras razones que obligan a repensar el impacto de los valores
culturales, y sus consecuencias en el progreso económico de los pueblos, desde
perspectivas que vayan más allá de su medición en términos de crecimiento económico
o de ganancias en la productividad. El valor de los resultados y el coste de los medios
utilizados para alcanzarlos no es mesurable en términos homogéneos en cada sociedad.
Así, un país socialmente homogéneo podrá ser más directo en la resolución de sus
Economía y cultura: una reflexión en clave latinoamericana 15
Lluís Bonet BID
conflictos, pues partirá de una visión compartida de los problemas y de sus posibles
soluciones. Mientras que una sociedad culturalmente más heterogénea deberá entablar
un largo proceso de negociación y debate social (o de imposición por parte del grupo
dominante) hasta llegar a un determinado consenso sobre prioridades y soluciones. El
conflicto obligará a un debate más rico, probablemente con soluciones más universales,
que en el caso de los países culturalmente homogéneos, pero a costa de una mayor
lentitud en la toma de decisiones y un mayor riesgo de confrontación o paralización
social.
Cada realidad cultural debe buscar sus formas de adaptación al medio y sus
estrategias de desarrollo económico y social. Sin embargo, hay diversos escollos que
dificultan, en cualquier medio cultural, emprender el camino de un desarrollo
económico y social sostenible. Entre ellos se pueden citar:
- La no valoración de la cultura propia y el vasallaje a la producción
cultural ajena.
- Los procesos de abandono masivo del campo, y la consecuente
urbanización de la población, con desarraigo cultural y marginación social (muy
frecuente en las grandes metrópolis latinoamericanas).
- La formación provinciana de las elites, junto a la insuficiente
capacitación del resto de la población, generadora de una mayor dualización social y de
analfabetismo funcional.
- El mantenimiento de situaciones de opacidad, centralismo y
jerarquización social e institucional.
En sentido opuesto, el desarrollo se asienta en sociedades caracterizadas por:
- La valoración de la propia identidad y cultura, sin menoscabo de una
apertura a lo universal, a la modernidad, y a la ciencia y la tecnología.

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