XI
RAZONES E HISTORIA DE ESTA OBRA
dos que han podido poseer los términos psicoanalíticos; es preciso que un
comentario, basado en referencias y citas, justifique las conclusiones a que
se llega. Un comentario de este tipo implica una amplia consulta de la
literatura, pero, sobre todo, el conocimiento de los textos freudianos, ya
que en éstos se encuentran las bases de la conceptualización y de la
terminología, y las dimensiones que alcanza la literatura psicoanalítica
escapan a las posibilidades de un investigador aislado o de un equipo
numeroso. Por consiguiente, un diccionario de esta naturaleza no puede
basarse en la mera erudición, sino que exige especialistas familiarizados
con la experiencia psicoanalítica. Con todo, una orientación que trascienda
las palabras para buscar los hechos y las ideas, no debe inducir a caer en un
diccionario de conocimientos. En suma, se trata de hacer un censo de los
empleos de las palabras, de explicar unos por los otros y señalar las
dificultades, sin pretender resolverlas, introduciendo pocas innovaciones,
por ejemplo, para proponer traducciones más fieles. El método más
conveniente es el histórico-crítico, utilizado ya en el Vocabulaire technique
et critique de la Philosophie, de André Lalande. Tales eran los criterios
iniciales hacia los años 1937 a 1939, cuando se inició el proyecto de un
diccionario de psicoanálisis. Los datos recogidos se perdieron; las
circunstancias, otras tareas y la falta de documentación, condenaron a aquel
proyecto al sueño, si no al abandono; sueño incompleto, en el sentido de
que las preocupaciones terminológicas no faltaron en diversos trabajos.
Hasta 1958 no se produjo el despertar, siempre en el espíritu histórico-
crítico del Vocabulaire de la Philosophie, de Lalande, aunque con
diferentes modalidades.
Tras algunos tanteos, las necesidades de la obra y el deseo de llevarla a
cabo hallaron respuesta en la colaboración de J. Laplan-che y J.-B.
Pontalis. La consulta de la literatura psicoanalítica y la reflexión sobre los
textos, la redacción de los proyectos de artículos, la revisión de estos
proyectos y su definitiva puesta a punto, les exigieron casi ocho años de
trabajo; trabajo fecundo, ciertamente, pero también apremiante y, en
ocasiones, fastidioso. La mayor parte de los proyectos de artículos fueron
leídos y discutidos entre nosotros, y yo conservo un vivo recuerdo de la
animación de estos coloquios, durante los cuales la buena armonía no
impedía las discrepancias de criterio ni un rigor sin concesiones. Sin el
esfuerzo de «pioneros», de Laplanche y de Pontalis, el proyecto concebido
veinte años antes no habría llegado a convertirse en este libro.
Durante estos años de labor, sobre todo en los últimos, no ha dejado de
producirse un cambio de orientación en la obra, lo cual