Codificar/Decodificar (Hall, 1972)
Es fundamental comprender que, inicialmente en la investigación de la comunicación
masiva, el proceso de comunicación fue pensado como un circuito de circulación,
sumamente criticado por su linealidad: emisor - mensaje - receptor; por su
concentración en el nivel de intercambio de información; y por no concebir sus distintos
momentos como una estructura compleja de relaciones.
De esta manera, Stuart Hall propone en su artículo “Codificar / Decodificar”
(1972) comenzar a pensar este proceso como una estructura que se produce y se sostiene
mediante la articulación de distintos momentos independientes pero encadenados
entre sí: producción; circulación; distribución / consumo; y reproducción.
Así, podemos analizar este proceso como una “compleja estructura de dominación” que
se sustenta a través de la integración de prácticas conectadas. Estas prácticas, si bien
están encadenadas, conservan sus diferencias, tienen sus propias formas, modalidades y
condiciones de existencia. Cabe aclarar que el autor trabaja, en este artículo,
específicamente sobre el discurso televisivo, es decir, la producción discursiva debe ser
tenida en cuenta en el formato TV.
Tal y como mencionamos, estas etapas se encuentran articuladas entre sí pero ninguna
garantiza la continuidad de la otra, es decir, este proceso puede interrumpirse en
cualquier momento. Es por esto mismo que la forma discursiva del mensaje que se intenta
transmitir es tan importante, porque será clave a la hora de codificar y decodificar el
contenido.
Para lograr llegar a la etapa de Reproducción debe haber apropiación de significación en
el consumo de la audiencia, es decir, el mensaje debe ser apropiado como discurso
significativo y decodificado significativamente para lograr cumplir el objetivo de
producción (informar, entretener, persuadir, influenciar).
El “objeto” de estas prácticas son los significados y mensajes en la forma de vehículos de
signos de una clase específica, organizados a través de la operación de códigos dentro de
la cadena sintagmática de un discurso, al igual que cualquier forma de comunicación o
lenguaje. De este modo, los aparatos, relaciones y prácticas de producción, se centran, en
un cierto momento (el momento de “producción /circulación”) en la forma de vehículos
simbólicos constituidos dentro de las reglas del “lenguaje”. Es en esta forma discursiva que
la circulación del “producto” tiene lugar. (Hall, 1972)
Pensando siempre en el contenido televisivo, es fundamental tener en cuenta que a la
hora de producir un mensaje, los eventos transmitidos deben concordar con el formato
de televisión, es decir, adecuarse a las formas y fórmulas correspondientes a la TV. Estas
formas van a condicionar el evento o el contenido, la forma en que contamos el evento es
central dado que debe ser codificado, en primer lugar, para el formato televisión y luego
puede llegar a ser un evento comunicativo. En este caso, las reglas del discurso, la forma
del mensaje son lo más importante.
De esta manera, focalizando en la etapa de Producción, podemos decir que es allí donde
se elabora el mensaje; este mensaje será estructurado por significados, ideas, habilidades,
ideologías, conocimiento, presupuestos, etc. sobre la audiencia. Debemos considerar
también, que no se trata de un sistema cerrado, dado que los temas, tópicos, agendas,
personajes que decidan transmitirse o conformen el mensaje siempre surgen a partir
de otras fuentes / formas discursivas que están inmersas en el contexto social.
Teniendo en cuenta entonces que los mensajes son elaborados, producidos bajo las
fórmulas que exige el formato TV, no debemos perder de vista el hecho de que todo
contenido televisivo es, entonces, una construcción de un verosímil y no representa de
forma trasparente “lo real” en el lenguaje sino que articula el lenguaje en relaciones reales.
Se tratan de representaciones de la realidad que son codificadas según esta serie de reglas,
son prácticas discursivas que se encuentran operadas por códigos.
Estos códigos, pueden parecer naturales pero se tratan siempre de construcciones
culturales que, en todo caso, son naturalizadas. Por ejemplo, el idioma es un código que
necesitamos compartir para poder comunicarnos. Sin embargo, no es natural, podemos
naturalizarlo porque en Argentina el idioma oficial es el español pero no nacimos hablando
español, tuvimos que aprenderlo. A su vez, cada palabra en español fue construida de
forma arbitraria, es decir, los signos son arbitrarios respecto del concepto que representan
(la palabra “vaca” no posee ninguna propiedad de lo que es una vaca). De la misma manera
se codifican los mensajes televisivos, con el objetivo de que la audiencia pueda
decodificarlos de la manera en que fueron producidos (para persuadir, informar,
entretener).
Antes de que este mensaje pueda tener un “efecto” (de cualquier modo, definido),
satisfacer una “necesidad” o proponerse para un “uso”, debe ser apropiado como un
discurso significativo y ser decodificado significativamente. Este conjunto de significados
decodificados son los que “tienen un efecto”, influyen, entretienen, instruyen o persuaden,
con consecuencias perceptuales, cognitivas, emocionales, ideológicas o comportamentales
muy complejas. (Hall, 1972).
A su vez, resulta fundamental comprender que el hecho de que un mensaje o contenido
televisivo sea codificado de determinada manera no quiere decir que vaya a ser
decodificado de la forma en que fue pensado. Codificación y decodificación son dos
momentos independientes, si bien la codificación propone los límites y parámetros dentro
del cual el mensaje debe ser decodificado, no tiene un efecto lineal sobre la decodificación
que la audiencia vaya a realizar.
Lo que aquí se denomina “estructuras significativas 1” y “estructuras significativas
2” pueden no ser idénticas; los códigos de codificación y decodificación pueden no ser
perfectamente simétricos.
Los grados de simetría - esto es, los grados de “inteligibilidad” e “ininteligibilidad” en el
intercambio comunicativo - dependen de los grados de simetría/asimetría (relaciones de
equivalencia) establecidos entre las posiciones de las “personificaciones”, codificadoras
productoras y decodificadoras - receptoras. Pero esto, a su vez, depende de los grados de
identidad / no - identidad entre los códigos que transmiten perfecta o imperfectamente,
interrumpen o distorsionan sistemáticamente lo que ha sido transmitido. La falta de ajuste
entre los códigos tiene mucho que ver con las diferencias estructurales de relación y
posición entre las cadenas televisivas y las audiencias, pero también tiene algo que ver con
la asimetría entre los códigos de la “fuente” y el “receptor” en el momento de su
transformación hacia o desde la forma discursiva. Las llamadas “distorsiones” o
“malentendidos” surgen precisamente de la falta de equivalencia entre los dos lados del
intercambio comunicativo. Una vez más, esto define la “autonomía relativa” pero
“determinable”, de la entrada y salida del mensaje en sus momentos discursivos. (Hall, 1972).
De esta manera, se torna importante el concepto de “orden cultural dominante, que lo
definimos como todas aquellas clasificaciones impuestas del mundo social, cultural y
político presentes en una determinada sociedad; aquellos elementos que constituyen un
mapeo de las distintas áreas de la vida social. Este orden cultural dominante, o la forma en
que una determinada sociedad se posiciona y “lee” el mundo tendrá una influencia sobre
cómo codificamos y, por consiguiente, decodificamos.
Esta cuestión de la “estructura del discurso dominante” es un punto crucial. Las diferentes
áreas de la vida social parecen ser mapeadas en dominios discursivos, jerárquicamente
organizados en significados dominantes o preferidos. Los eventos nuevos, problemáticos o
conflictivos, que rompen nuestras expectativas y corren en contra de nuestros “constructos
de sentido común”, de nuestro conocimiento probado de las estructuras sociales, deben ser
asignados a sus dominios discursivos antes de que pueda decirse que “tienen sentido”. (Hall,
1972).
Estos significados preferentes, provienen justamente de las lecturas preferentes que una
determinada cultura tiene sobra la realidad y, en consecuencia, cómo logra codificarla /
decodificarla, si pensamos en los medios de comunicación en general y, en la televisión, en
particular. Contienen, de esta forma, este orden cultural dominante, estas prácticas;
creencias; rangos de poder; legitimaciones; límites y sanciones; y conocimiento acerca de
“cómo funcionan las cosas para esa cultura”.
Es importante, comprender, entonces, que cuando nos referimos a significados
dominantes, estamos considerando un proceso que requiere de cierto esfuerzo para
reforzar y legitimar la decodificación de determinado evento.
Al hablar de significados dominantes, entonces, no estamos refiriéndonos a un proceso de
un solo lado [135] que gobierna cómo deben ser interpretados todos los eventos. Consiste
en el “trabajo” requerido para reforzar, ganar plausibilidad y comandar como legítima la
decodificación del acontecimiento dentro del límite de las definiciones dominantes en las
que ha sido connotativamente significado. (Hall, 1972).
Finalmente, el autor identifica 3 posiciones hipotéticas posibles que se toman a la hora
de decodificar un mensaje televisivo.
Dominante Hegemónica: cuando la audiencia opera dentro del código dominante. Es
decir, se da el caso de una comunicación “perfectamente transparente”, dado que el
televidente decodifica el mensaje de acuerdo con el código de referencia.
Código Negociado: la audiencia toma definiciones hegemónicas presentadas dentro
del código dominante en lo general pero, a su vez, es capaz de decodificar el mensaje
de forma independiente en lo particular. “…aprovecha la legitimidad de las
definiciones hegemónicas para hacer las significaciones mayores (un resumen), al
mismo tiempo, en un nivel más restringido o situado, fundamenta sus propias reglas
– opera con excepciones a la regla.”(Hall, 1972).
Globalmente Contraria: la audiencia destotaliza el mensaje del código preferente y
lo retotaliza con un marco de referencia alternativo, opera con un código de oposición.
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